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  035. Jueves, 16 enero, 2003

Capítulo Trigésimo quinto: ¿Los masoquistas malos vamos al cielo?

Leo en un suplemento atrasado de esos semanales tan “prestigiosos” (ejem) como es el del país semanal, que el color azul es un muy buen remedio contra las hemorroides. Supongo que después de eso, la historia de niños de diez años en distintos países, tema que colocan en portada y que desarrollan como gran reportaje de la semana, se me quedará muy cojo en cuanto a investigación, datos y otras profundidades tras esa severa y rigurosa afirmación acerca de los métodos crómaticos como terapias alternativas y no se yo si también sustitutivas del quirófano, para aquellos que sufren en silencio.

Lo más sangrante, y en este caso hay que reconocer que la palabra “sangrante” viene como anillo al dedo, es que al que ha perpetrado ese recuadrito le habrán pagado encima, aunque supongo que solo quedará en eso, no me imagino al “autoro” o “autora” (estoy intentando ser políticamente correcto) del artículo en cuestión llegar a su casa y contarle a su pareja y/o familiares que le han publicado esas líneas en uno de los semanales más leídos; Como poco, podían pensar que semejante chorrada solo se le podía haber ocurrido después de experiencias lo más prácticas posibles, cosa que no casaría mucho con lo del silencio que suele acompañar a este tipo de sufridores.

La verdad es que no me imagino yo a nadie con almorranas (ya he dicho muchas veces que uno es de provincias y lo de hemorroides quedaba para el veterinario), poniendo su culo directamente sobre una silla de color azul para curarse. Claro que a lo mejor el tratamiento se refería a pintarselo –el culo de azul digo- o simplemente a pintar de ese color la taza del retrete. No sé, pero con tantos frentes abiertos el tema es apasionante, tanto que hasta los sesudos y profundos señores del país semanal le ha dedicado un huequecito, para que luego digan.