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  038. Martes, 21 enero, 2003

Capítulo Trigésimo octavo: falle lo que falle, siempre hallaremos quien lo sabía de antemano: el psicólogo.

Empiezo a pensar que el estado más feliz por el que puede pasar una persona es el de adolescente de padres separados; Resulta que la mayoría deben de vivir con la madre pero por aquello de que se ven al padre menos de lo que quisieran aliñado con el complejo de culpa del psicólogo de turno, todos tienen llave de la casa paterna que solo usan, por supuesto, cuando el padre se ha largado.

Llevan la agenda del padre al minuto, saben con varios días de antelación cuando va a ir de viaje y de cuanto tiempo disponen para desplegar su estrategia, planificando con todo detalle la disculpa que les permita pasar la noche fuera del alcance de la madre y con un piso a su disposición.. el sueño de cualquier adolescente berraco (según el diccionario: “cerdo macho reproductor”).

Así, entre disculpas de quedarse a dormir en casa de la amiga de turno o convenciendo a la inocente madre de que como beberán un poco no sería conveniente volver de madrugada en el coche del amigo, se montan las fiestas que acaban con la paciencia de todo el vecindario y que, los más atrevidos, prolongan hasta la tarde del día siguiente.

Si es que algunos nacimos demasiado pronto.