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  073. Lunes, 10 Marzo, 2003

Capítulo Septuagésimo tercero: Qué verá un bizco con binoculares?

Mi cuñada tiene jaquecas, pero jaquecas de esas de encerrarse en la habitación y eso, su mala calidad , la de mi cuñada digo, no evita que normalmente tenga buen humor, lo que tampoco evitó que ayer me pusiera cara de pocos amigos cuando le dije que había leído en una de esas revistas para la mujer-mujer, que uno de los factores por los que dan esos dolores de cabeza tan peculiares es por tener demasiada actividad sexual.

Ya ves, uno se lo dice con toda su buena intención y parece que la estás acusando de algo, y digo yo que con dos hijos, virgen, lo que se dice virgen no debe de ser.

Quizá sea por mi misoginia militante o también por mi falta de práctica con ellas, o quizá ambas cosas a la vez que digo deben de estar muy relacionadas, pero no logro entender ni un poquito a las mujeres, siempre que hablo con alguna parece que esperan que les digas lo que ellas están pensando que les tienes que decir, cosa que, evidentemente salvo que uno sea mezcla entre aramis fuster y la bruja lola es técnicamente imposible.

Además se empeñan en gritar sus cosas hasta en los anuncios, vamos a ver que yo sepa a partir de cierta edad tanto los hombres como las mujeres tienen eso que politicamente correcto llaman “ligeras-pérdidas-de-orina”, incontinencia vaya , pues bien, son ellas las que lo proclaman a los cuatro vientos con anuncios versión “sonrisas-y-lagrimas” corriendo por los prados austriacos; Sé que iba a ser difícil venderle compresas a los tios, pero tampoco creo yo que sea necesario correr el rumor de que solo se les escapa a ellas.