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  079. Martes, 18 Marzo, 2003

Capítulo Septuagésimo noveno: ¿Por qué apretamos más fuerte los botones del mando a distancia cuando tiene pocas pilas?

Recibo cinco correos correo electrónicos anónimos, donde, de manera poco sutil, se quejan de la gran cantidad de enlaces que he puesto a la izquierda y advirtiéndome, de forma aún menos fina, que algunas de esas páginas son una “verdadera mierda” . Hasta donde llegan mis nulos conocimientos informáticos los cinco son de la misma persona (por los numeritos del remite y eso), por lo tanto alguien se ha quejado. Tiene todo el derecho, anónimo o no, un hombre, un voto.

Desde pequeño me han enseñado que cuando estas frente a alguien que no piensa como tu, lo peor que uno puede hacer es taparse los oídos o ponerse a gritar para no escucharlo, el intercambio de opiniones, el conocimiento de otros puntos de vista es la mejor manera para crecer como persona e intentar entender el mundo, aislarse en las opiniones propias o rodearse solo de opiniones similares es el mejor camino para intolerancia, además como decía Borges: “quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, puedo ser también enemigo de mis opiniones”.

Sin embargo nunca podré estar de acuerdo con el mensaje del correo, respeto todas y cada una de las cosas que leo, quizá no tengan la calidad de Machado, o la perfección de Saramago, pero tampoco nadie aspira a un nobel. De lo que no hay duda es de que están escritos con el corazón poniendo un montón de sentimientos, del amor al odio, de la ternura al rencor, del orgullo a la pasión, y eso es lo que los hace interesantes.

Cada renglón representa para quien lo escribe un trozo de vida, un pedazo de un día negro, de un rato gris claro o de una racha rosa pálida, (está claro que la vida al final es un arco iris), nadie es quien para imponer ninguna frontera a los demás, y yo no voy a perderme ningún sentimiento que quieran contar, pienso “zapear” por todos los sitios con el único límite del tiempo, pienso seguir aumentando la lista y seguirán ahí hasta que ellos lo decidan.


Hoy me he pasado, pero ya puestos sirve de mecanismo de compensación por mañana, ¡por fin una fiesta!, donde no pienso agarrar un ratón ni harto de vino.

Hasta el jueves.