-   


  

  085. Jueves, 27 Marzo, 2003

Capítulo Octogésimo quinto: ¿De qué verbo es gerundio “fernando”?

Aunque no tengo ninguna prueba palpable que lo demuestre, estoy convencido de que a los padres cucarachas sus hijos cucarachitos les parecerán guapísimos, lo que demuestra que no hay nada más subjetivo que la belleza.

Dicho lo cual, y sabiendo que para gustos se hicieron colores y que una señorita de uno-ochenta y sesenta-noventa-sesenta tiene todo el derecho a que le gusten los señores de la tercera edad que bordean la cuarta, me parece por lo menos sospechoso, que a esas señoritas, siempre les gusten determinados tipos de sesentones con una característica común: les sobra el dinero.

Mientras, el resto de la venerable ancianidad no se beneficia nunca de esos gustos “atípicos”, ¡y no será por falta de ganas!. Quizá sea casualidad pero el porcentaje de jovencitas monas gerontófilas es siempre directamente proporcional a la cuenta corriente del incauto, seguro que la ley que lo demuestra tiene nombre y todo.

Decía un cantante de esos de nombre impronunciable, que “hay numerosos aparatos mecánicos que incrementan el impulso sexual, especialmente entre las mujeres. El más eficaz es el Mercedes-Benz 380SL descapotable". Tiene razón, además no tienen que dar mucho a cambio, el sexo a los sesenta debe de ser como intentar jugar al billar con una cuerda.

El caso es qué como a nadie le gusta hacerse viejo, todo el mundo presume ahora de padecer el “síndrome de Peter Pan”, manera fina donde las haya que tienen aquellos que ya pasan de los veinticinco para presumir de que se conservan como si tuvieran dieciocho. Lo de envejecer siempre es una cosa que les pasa a los demás. ¡Faltaría!.