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  118. Lunes, 19 Mayo, 2003

Capítulo Centésimo decimoctavo: ¿Cuando uno se saca el consolador se sentirá desconsolado?

La vida está llena de situaciones peligrosas que hay que ir sorteando sobre la marcha, algunas de ellas son experiencias únicas, otras se repiten de forma periódica, aunque no por eso les pierde uno el miedo escénico; Ir de visita a casa de tu madre, cuando ya estás independizado y viviendo a más de doscientos kilómetros, es siempre una acto de alto riesgo.

Para los que la vida familiar es simplemente algo que hay que soportar de una forma elegante, escuchar durante toda una tarde las aventuras y desventuras de tíos, sobrinos y demás familia contada con todo lujo de detalles en cuanto a bodas, banquetes, comuniones y enfermedades varias, se convierte en un seguro dolor de cabeza resistente a cualquier tipo de analgésico a dosis de caballo.

Como me toca dentro de nada estoy planeando meticulosamente mi defensa buscando temas que sean capaces de vencer a la batería antiaérea de cotilleos familiares en ristra.

He descartado un curso intensivo de “hotel glam”, no solo por mi completa ignorancia del tema sino porqué hasta el mismísimo Luis estaría en desventaja ante toda una catedrática del asunto. Pero ya tengo mi táctica encaminada, qué se avecina el árbol genealógico de la nueva novia de mi primo, pues antes de que se quiera dar cuenta le estaré contando el apasionante tema de como un tercio de los helados que se venden en el mundo son de vainilla y ¡anda que no tengo información del asunto! Qué empieza a divagar sobre quien fue y quien no fue al último entierro del pueblo, pues ataco sutilmente con los detalles más escabrosos de como los cuellos de algunos boxeadores miden lo mismo que las cinturas de las modelos. (Y no es ningún farol, que a Mike Tyson y a Kate Moss les miden 50, 2 cm, eso sí, este dato solo se puede sacar a relucir en caso muy extremos y solamente si alguien exige pruebas).

Y para la madre de todas las batallas me reservo el tema estrella, a ver si es capaz de seguir contándome una y otra vez lo monísimo que estaba de pequeño cuando me ponía aquellos pantalones de espuma en los que se me veía medio culo mientras le cuento como a las pobres elefantas los embarazos les duran dos años.

Espero que sea verdad eso de que la maternidad une mucho.