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  134. Martes, 10, Junio, 2003



Capítulo Centésimo trigésimo cuarto: ¿Cuándo los fabricantes de pancartas hacen una huelga llevan pancartas?



En los cuentos, el amor del príncipe azul solo llega después de comer manzanas envenenadas o de perder zapatos de cristal a unas horas donde la mayoría no ha salido ni tan siquiera de casa. Pero para eso son cuentos.



En el mundo real uno puede encontrar a su pareja en cualquier sitio, sin ir más lejos, los pasillos de los hipermercados son de esos sitios que en cualquier guía de “Manual-de-autoayuda-para-encontrar-pareja-antes-del-sábado” se clasifican como de cinco estrellas superior, y con toda la razón.



“Arreglao-pero-informal” que decía la canción de Martirio, carro en mano, uno puede toparse en mitad del hiper con el amor de su vida. El momento crítico está en ese primer encuentro, nada de mirar para otro lado o dejar el carro abandonado de cualquier manera y salir corriendo: hay que atacar.



Basta una frase ingeniosa para romper el hielo, preguntar dónde están los plátanos, por ejemplo, es muy socorrido y no compromete a nada más (que siempre está bien “cubrirse” por si acaso), pregunta a la que se deberá adjuntar una sonrisa de esas de oreja a oreja, elemento imprescindible de una primera impresión como dios manda.



Será partir de aquí y valorando la respuesta obtenida, cuando uno pondrá en marcha el siguiente paso que no será otro que el decir, de una manera sutil eso sí, que te gusta. Lo más conveniente es que el encuentro de pasillo se esté produciendo en la sección de “lácteos” con lo que un bote de nata estratégicamente puesto en el carro, y después de haber preguntado por los plátanos, le dará la pista de que tú eres lo que él necesita: puro romanticismo.