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150. Jueves, 17 Julio, 2003


Capítulo Centésimo quincuagésimo: ¿Por qué la gente chatea todos los días con un australiano que no va a ver en su vida pero es incapaz de decirle nada al vecino de arriba cuando sube con él en el ascensor?



Cada vez en más complicado planificar las vacaciones para arañar días al calendario, encajar las fechas para que las fiestas del verano coincidan con periodos de trabajo se está poniendo cada vez más complicado; Como esto siga así va a resultar que lo de no trabajar, va a acabar costando trabajo.



Por cierto Emilio, yo también aceptaría cobrar algo menos si me dejaran hacer lo que de verdad me gusta (oseasé, y en mi caso, el vago, lo que por cierto hago muy bien y en lo que tengo amplia experiencia), pero no todos tenemos tu suerte.



Pero a lo que iba, como no vuelvo a tener vacaciones hasta la mitad de agosto pero seguimos en la época por excelencia de hacer turismo, estaba yo pensando en visitar algunos lugares curiosos, entretenidos, de esos que fomentan la aventura y en los que uno nunca sabe que se va a encontrar, pero que a la vez estén lo suficientemente cerca para no tener que desplazarse mucho, atado como está uno al yugo de un horario de trabajo. Pues resulta que esos lugares existen: los retretes públicos.



Es extraño que los del “Halcón Viajes” no tengan un folleto sobre el asunto, ellos, que hasta ya anuncian un catalogo “solo para entendidos”, y más raro resulta aún que los de “El País” no editen un guía, por fascículos a todo color de entrega todos los martes y jueves, conjunta-e-inseparablemente con el periódico y el correspondiente cupón, sobre “Retretes con Encanto”, con sus estrellitas y todo igual que hace el Borjamari con los blogs.



Como seguro que si no se les ha ocurrido, después de esto se pondrán manos a la obra, me voy a permitir sugerirles que, a la hora de establecer la clasificación, no olviden hacer una reseña sobre la calidad literaria de cada una de sus puertas, con especial mención a la cantidad de números de teléfonos, por supuesto comprobados, que uno pudiera o pudiese encontrar.