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177. Viernes, 12 Septiembre, 2003



Capítulo Centésimo septuagésimo séptimo: Como Dios puede hacer cualquier cosa, ¿podría fabricar una piedra tan pesada que ni él mismo pudiera levantar?



Keeper y yo tenemos los mismos gustos, bueno, casi los mismos, Keeper es un chimpacé del zoo de Valencia al que le encanta el porno. Cada vez que sus cuidadores le ponen cintas sobre el apareamiento de monos, Keeper se queda sentado hasta el final e incluso chupa la pantalla.



La diferencia de Keeper conmigo reside en que yo prefiero ver, siempre que se pueda elegir, los apareamientos de personas. Y hasta aquí puedo leer, que por más vueltas que le doy, no logro encontrar más diferencias.



Ya lo sé, ver esas cosas es pecado y seguro que pecado de los mortales, de esos en los que no pasas ni por el purgatorio ni nada, pero hay que hacer ese tipo de locuras de vez en cuando para romper la monotonía. Eso sí, después de cada acto impuro que atente contra algún mandamiento hay que correr a que te absuelvan, nada de dejarlo para mañana, a ver sí por un despiste tonto acabas pasando la eternidad en el infierno. Sólo hay que acordarse del calor de este verano para saber como se debe de estar allí.



Y hay que hacerlo al momento porque esto de tener fecha de caducidad y que no te la impriman al nacer es una marranada, por no decir otra cosa más grande.



Que se lo digan a Michael Godwin que tras varios años esperando ser ejecutado en la silla eléctrica, estaba exultante después de que su sentencia fuera reducida a cadena perpetua. Días después, cuando estaba sentado en su retrete de metal intentando arreglar la televisión de su celda, agarró un cable y se electrocutó.



No somos nadie.