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234. Martes, 2 diciembre 2003



Capítulo Ducentésimo trigésimo cuarto: ¿Por qué los descapotables son tan caros si se ahorran la mitad de la carrocería?



Que la vida es dura es una verdad universal, pero está claro que no todos tienen que hacer el mismo esfuerzo para conseguir aquello a lo que aspiran.



Estas "diferencias" empiezan desde el más principio de los principios, desde la misma fecundación, que al fin y al cabo no es más que una versión reducida de lo que después ocurrirá durante toda la vida.



Y es que la discriminación por sexo es algo consustancial a toda persona desde antes incluso de su concepción.



La célula femenina es decir el óvulo que en ese momento sea el "afortunado" solo tiene que esperar para elegir, sin mover un dedo, sin despeinarse; La célula masculina, el espermatozoide, en cambio tendrá que luchar con uñas y dientes para ser el mejor entre un montón de competidores, con el único propósito de llegar hasta la hembra y ser "atrapado" por ella para siempre.



Una eyaculación deposita entre 200 y 1.000 millones de espermatozoides en la vagina que empezarán así un recorrido largo y difícil, los apenas 15 centímetros que les separan del óvulo equivalen a un viaje de centenares de kilómetros que deben hacer en muy poco tiempo.



Primera trampa, inmediatamente después del coito una gran parte de ellos mueren en la misma vagina de la mujer víctimas de la acidez de su contenido (por ahora sólo de la acidez del contenido, no de la acidez de la mujer).



Únicamente los que consiguen refugiarse en el interior del cuello del útero sobreviven y aún así el moco existente en esa zona no deja de ser una tumba para muchos de ellos. La anatomía femenina se encargará de ponerle "cienes y cienes" de obstáculos, uno tras otro..



Segundo paso, mediante movimientos ondulantes, los valientes que aún sobreviven a las trampas penetran en el interior de la cavidad del útero buscando el orificio de las trompas, solo unos pocos miles lograran encontrar el verdadero camino entre los complicados vericuetos femeninos, y finalmente apenas una docena, los más fuertes, llegarán a las inmediaciones del óvulo.



Al final, y salvo excepciones, sólo uno de aquellos millones, generalmente el que el óvulo quiera, conseguirá penetrar en la célula femenina que no habrá hecho nada más que esperar viendo complacida como su "valiente" vencía mil y un obstáculos para ser merecedora de ella.



Hay cosas que ya desde sus inicios están hechas para entender a la perfección quien va a tener que luchar en esta vida para conseguir lo que otras solo tendrán que esperar a que se lo traigan.