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236. Jueves, 4 diciembre 2003



Capítulo Ducentésimo trigésimo sexto: ¿En que se podía parecer la abuela de Caperucita a un lobo para que se pudieran confundir en camisón?



Leo en una de esas revistas que regalan los domingos con el periódico y que trae en portada el último "momio" de la "belen-esteban" cuando posaba en bañador agarrada del brazo del "hortera-cano", que los que saben de esto, o al menos presumen de saber de esto, han hecho un concienzudo estudio explicando como existen unas señales inequívocas que demuestran cuando una persona se siente atraída por otra que tiene delante.



No es que me fíe yo mucho de alguien que en su tarjeta de visita ponga "antropólogo", que más bien suena a protagonista de "el silencio de los corderos" que a una profesión honrada, pero digo yo que, sí fuera verdad, conocer esos gestos "delatores" sería una buena forma de tener ventaja a la hora de ligar.



Y es que ya, a ciertas edades, eso del rechazo de plano, además de empezar a ser demasiado habitual, puede crearnos un trauma de padre y muy señor mío y siempre será mejor correr los menores riesgos posibles.



Pero vamos a lo práctico, dicen que cuando una persona se siente atraída por otra que tiene delante, tiende a arquear la espalda al mismo tiempo que tensa los músculos del pecho. Es un gesto ancestral para demostrar fuerza y virilidad en los hombres, e interés y accesibilidad en las mujeres, que tienen una "técnica" muy similar al hombre llevando el busto hacia adelante. En dos palabras, sí cuando te miran, sacan pecho, puede haber plan.



Otro gesto muy significativo, típico de los dos sexos sin distinción, es acariciarse suavemente la barbilla mientras deja "posar" su mirada en lugares como el cuello o los labios. Eso es poco menos que gritar algo así como "te-deseo-y-soy-tu-bestia-sexual" pero sin decir ni una sola palabra.



Hay más, humedecerse los labios, cruzarse de piernas mientras se acarician las rodillas, agarrar cualquier objeto que esté a su alcance y jugar con él.. todos, según los antropólogos estos, son señales que nos está mandando la persona que tenemos enfrente para decirnos sin palabras que nos desea.



Resumiendo, que basta fijarse un poco para evitar lo que más trabajo cuesta a la hora de ligar: tener que hablar con la persona con la que, al fin y al cabo, el único "conocimiento" que queremos tener es ese que llaman "bíblico", sin necesidad de que nos empiece a contar su vida.



Sólo por eso merece la pena poner en práctica tan curiosas teorías.