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132. Viernes, 6 Junio, 2003
Capítulo Centésimo trigésimo segundo: ¿Cuándo la luz se va... a donde se va?
De viernes, veo que me quedo sin fotos -que para eso lo “gratis-total” no tiene servicio de protestas del cliente-, veo los comentarios de ayer y me gusta que cada uno opine como le de la gana, nadie tiene que justificarse de su propia opinión solo porque otro no la comparta, cada uno es cada uno, cada uno tiene la suya y punto (¡Ay, qué “belénesteban” me ha quedado eso!).
A veces miro a mi alrededor y me doy cuenta de mi mediocridad, demasiado sofisticado para ser un “indi” pero demasiado “cutre” para ser un modernito como dios manda, lo que me convierte en un amorfo sin tribu urbana que llevarme a la boca cercano a la inadaptación social.
Resulta que no me hacen gracia los cómics de Jordi Labanda (y que conste que los entiendo), no me drogo salvo mi dosis de cafeína en vena (que cutre ¿verdad?), no me lavo los dientes con pasta de Gucci ni tengo intención de decorar mi dormitorio como una sala de Guggenhein. Tampoco llevo pulseras de Lockin Shocking, en mi armario no hay ni una sola camiseta estampada con los niños zombis de Miriam Ocáriz ni me pongo el Viva a las once para ver el Berlin House.
Lo peor de todo es que sé que es drum&bass, el downtempo y el jungle, que conozco las colecciones de Paulinha Rio, David Delfin, Gaultier e incluso de Spastor, que leo a Neo2, a Ray Loriga y hasta a Lucia Etxevarria, veo películas de David Linch y aun así no le veo sentido a nada de eso, ni me importa.
Hasta en el sexo se desborda mi mediocridad, nunca lo he tenido con “heavitorros hadcoreros” amagos de “cutre-grunges” y “harenows” por el estilo, como mandan las sacrosantas normas de la modernidad; Sería incapaz de excitarme viendo un condón rosa barbie en erección por muy Benetton que fuera, y lo más que he llegado a sido al sadomaso light sustituyendo las imprescindibles esposas de Armani por unos calcetines limpios.
Pero tengo un atisbo de esperanza para romper esta mediocridad que me invade y empezar mi camino hacia lo “mega-macro-cool”; Vale, todavía no me deprimo sin causa que lo justifique, cosa de la que cualquier moderno debe presumir, pero resulta que esta primavera he notado algún conato de algo tan sumamente moderno como tener alergia (por algo se empieza), y sobre todo he podido comprobar como coincido con los fashion-victim en dos datos definitivos, ambos sabemos quien es Yola Berrocal y odiamos Zara.
¿A que estoy en el buen camino para dejar de ser asquerosamente mediocre?
131. Jueves, 5 Junio, 2003
Capítulo Centésimo trigésimo primero: ¿Por qué las gallinas no ponen huevos cuadrados?
Ayer, horario de trabajo, media hora para tomar café obligatorio por aquello del peloteo con uno de los “cienes y cienes” de jefes, conversaciones de las profundas que, tras la primera palabra, derivan en monólogos ajenos, nuevos proyectos, aburrimiento, mirada fija y perdida en la máquina tragaperras de la pared de enfrente.
Llega un hombre a meter moneditas, ocupación poco grata simbolizada en un mono azul y una gorra de ”puertas-gutierrez”, debe de haber salido pronto y entre “chato” y "caña” se dedica a echar los veinte duros transmutados en euros de modernidad. Pelo grasiento, aunque más que de gomina del “juteco”, de la fabricada por su propia cabeza, camisa de rayas desabrochada en los primeros botones, barriga sietemesina y calcetines blancos a juego con los calzoncillos de la oferta “tres-por-dos” del “carrefour”.
Está diez minutos, brazo izquierdo apoyado en lo alto de la máquina, brazo derecho en tensión preparado como si fuera a pulsar en un concurso del constantinoromero. Tocamientos constantes, más o menos leves en las zonas genital, anal y nasal.
Le releva una mujer tirando a mayor, tinte oxigenado sin repasar hace tres meses, carrito de la compra al lado de esos que van gritando “me-voy-a-comprar-ahora-vuelvo”, gafas de cristales gorditos tipo “años-setenta”, amagos de delantal, bata de rombos y zapatillas conjuntados. Al contrario que el operario arreglapuertas, la señora en un gesto de dominio, agarra una silla en la que esparce su celulitis, su manera de apretar los botones denota una vasta experiencia en dejarse la pasta de las alubias con "mariajesús-y-sus-pajaritos" de himno nacional.
Dice esa cosa gorda y sin dibujos llamada diccionario que una de las acepciones de “tragar” es consumir, gastar. ¿Nadie les ha dicho que la maquinita en cuestión se llama "traga-perras"?
130. Miércoles, 4 Junio, 2003
Capítulo Centésimo trigésimo: ¿Por qué si la mayonesa se corta no sangra?
Estoy un poco harto de la apología de la pareja, cumplir los treinta estando soltero también tiene un montón de ventajas. Para empezar, a ver, ¿por qué conformarse con uno sólo, pudiendo elegir entre tantos?
Por la cama, disfrutar de una cama de “dos por dos” para uno solito, sin que nadie ronque al lado, sin que nadie tire del edredrón para destaparte, sin que nadie corra por la mañana a ocupar el lavabo, no dejan de ser placeres de los que no todos los mortales podemos disfrutar.
Para poderse quejar a gusto, que es muy socorrido justificar traumas y problemas personales con aquello de que “nadie-me-quiere-pobrecito-de-mi” y quedarse tan ”pancho” delante de todo el que te quiera escuchar.
Por la esperanza, al fin y al cabo deben de quedar muchos ricos guapos solteros buscando y que todavía no tengan el número de teléfono apropiado. Los que ya estamos “cazados” no entramos, al menos sin que nos pongan mala cara, en esa “tómbola” del mundo que debe de ser, estar acosado por un millonario.
Por la familia, que nunca estará suficientemente valorado el no tener que aguantar suegros, cuñados, primos, tíos y demás apéndices familiares de los que no eres, sino un adosado, que nunca acabarás de caer bien a pesar de aguantar estoicamente paellas de domingo con una sonrisa de dolor de muelas.
Y porque sí, porque la coyuntura política internacional al coincidir con el arcano menor, da como resultado una descompensación de los chakras con relación a saturno, entrando en retroceso respecto a su ascendiente en orión, lo que da como consecuencia, como no podía ser de otra manera y es fácil de entender, que el karma esté un poco rancio; Aquí el que no se conforma es porque no quiere.
129. Martes, 3 Junio, 2003
Capítulo Centésimo vigésimo noveno: ¿Por qué si las patrullas tienen sirenas, las sirenas no tienen patrullas?
Hoy, que parece que voy a tener más trabajo que el veterinario de 101 dálmatas en plena crisis de garrapatas, estoy pensando en cambiar de profesión. El problema es qué, después de estudiar mis posibilidades y viendo que soy más inútil que el peluquero de la aramisfuster, solo me queda emprender el camino de los que no sirven para otra cosa: voy a ser crítico. Eso sí, dudo entre serlo de música o de cine, de ambas cosas entiendo muy poco con lo que soy un serio aspirante al puesto. Sólo tengo que fijarme en como lo hacen los grandes maestros, casi todos funcionan de la misma manera.
La primera seña de identidad de un buen crítico que se precie de serlo es su “capacidad referencial”, en otras palabras, la excelencia de una crítica es directamente proporcional al número de referencias que se puedan citar en ella y cuanto más raras mejor. Una buena relación de actores secundarios en películas turcas o algún título de caras b de un grupo de rock de Colorado que cantan en japonés formado por cincuentones cuáqueros, puntúa doble.
A partir de aquí hay que “adjetivizar”, suena raro, lo sé, pero no es difícil, basta con agarrar la película, el grupo o el cantante en cuestión y agregarle “ano/ana” (con perdón) a cualquier cosa que se relacione con él; Si tachamos de “almodovariana” cualquier película donde salgan más de tres colores chillones y una caja de zapatos de Chus Burés, por qué no vamos a hablar de influencia “madonnianna” cuando comentemos el primer disco de esa nueva cuarentona teñida y operada que aulla con gorro de militar. ¡Si es como la madonna misma!
Siguiente paso, sí la buena música como el buen cine, debe de ser algo abstracto, escribir sobre ellos también tiene que serlo. El secreto está en escribir un mínimo de setenta palabras sin signos opresores de puntuación, para que acabe por no entenderse absolutamente nada. Al fin y al cabo Camilo José Cela escribió “Cristo versus Arizona” sin utilizar un solo punto y le dieron el nobel ¡Qué menos!
Nos quedan dos mandamientos imprescindibles en la carrera hacia la cumbre de “aprenda a ser crítico en diez sesiones”; Primero: no hace falta escuchar o ver lo que uno va a comentar, basta con saber quien es el autor de la obra para que se pueda aceptar tigre de bengala como animal de compañía, que para eso el crítico es el último adalid de la sacrosanta autenticidad.
Y segundo y más importante: todo lo que vende es malo, la gente es tonta y sólo yo y los diez amigos más que hemos comprado la maqueta de Matsuzaki Maya o hemos visto la última de Hou Hsiao-Hsien en versión original china con subtítulos en arameo, tenemos algún atisbo de inteligencia y podemos comprender el mensaje que encierra.
128. Lunes, 2 Junio, 2003
Capítulo Centésimo vigésimo octavo: Si la capa de ozono tiene un agujero, ¿como puede volar ozono?
Sigo buscando remedios caseros que me acerquen al elixir de la eterna juventud. Dicen en mi pueblo que “quien tiene hambre con pan sueña”, y una edad “difícil” es lo que tiene.
Acabo de encontrar un remedio bueno, bonito y barato: besar. Un apasionado beso de apenas tres minutos quema, por lo menos doce calorías. Aplicando la frase de Coco Chanel “nunca se es suficientemente rico, ni se está suficientemente delgado”, habrá que practicar lo de los besos apasionados a la menor oportunidad.
Pero hay más ventajas, besar ayuda al sistema inmunológico a prevenir problemas de circulación o de estómago, al besar se aumenta el ritmo cardiaco, el corazón bombea un litro más de sangre y los tejidos quedan mucho más oxigenados.
Además los que besan habitualmente duermen mejor y de manera mucho más profunda. El beso es una buena terapia antiestrés y un magnifico calmante del dolor.
Eso sí, es conveniente que el beso sea “de tornillo” que es el que de verdad pone en movimiento los veintinueve músculos faciales capaces de prevenir las señales de envejecimiento y que es el que, según los expertos, hace que los “besucones” tengan un promedio de vida de cinco años más.
Y si todo lo anterior es mentira, que no digo yo que no, siempre nos quedará el recuerdo de un intenso intercambio de fluidos, con el permiso de la hepatitis, claro.
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