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217. Viernes, 7 noviembre, 2003



Capítulo Ducentésimo decimoséptimo: Sí los seres humanos son inteligentes, ¿La excepción tiene la regla?



Las ciencias, que ahora adelantan que es una barbaridad, dicen que el código genético de los animales, por muy inferiores que sean, es casi, casi idéntico al de las "personas-humanas".



Así será, pero de lo que sí estoy convencido es que las pocas o muchas diferencias que pueda haber entre unos y otros no residen, precisamente, en el comportamiento sexual. En este tipo de conductas tanto en el mundo "animal-animal", como en el "animal-humano", esta claro aquello de que para gustos se hicieron colores.



Por ejemplo los albatros, nadie es más sincero, amoroso y fiel que un albatros, pobrecito mío. Su ritual de cortejo es largo, complicado y suele durar varios días. Consiste en una danza compuesta por más de una docena de posturas que han de ser ejecutada sin errores para que se produzca la consumación.



Después, la pareja permanecerá unida para siempre: si uno muere, el otro no vuelve a emparejarse jamás.



En el otro extremo están unos primos de los chimpancés, los "bononos", que actúan mismamente como algunas personas, aunque con ciertos matices.



Resulta que las hembras "bononas", tienen la costumbre de frotar sus genitales con los de otras hembras para darse placer y después, buscar a un buen macho que las complazca. Es decir, mismamente como algunas hembras "humanas", aunque aquí es donde viene el "pequeño" matiz: los machos "bononos" suelen copular cada 90 minutos, los machos "personas" no tanto. Así, las hembras "bonanas" siempre pueden encontrar un macho que calme su furia, la hembra "persona", no tanto.



Inconvenientes de la evolución, supongo.