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273. Miércoles, 11 Febrero 2004



Capítulo Ducentésimo septuagésimo tercero: ¿Por qué el paquete de galletas que piensas comerte en el camino cuando haces la compra está siempre debajo de todas las cosas?




Por mucho que se empeñen los del día -que ya parece un mes entero- de San Valentín, vivir en pareja es una de las cosas más complicadas que existen.



Establecer un equilibrio entre dos personas que conviven es algo muy delicado, especialmente por esa tendencia, normal por supuesto, de buscar el bienestar individual, algo que suele chocar miles de veces al día con el significado de la palabra "compartir".



Normalmente las cosas no suelen pasar de un sutil juego de poderes que nunca sobrepasan ese respeto que cada uno tiene hacia el otro, especialmente cuando el amor, -no el enamoramiento, sino el del día a día-, es algo que empapa la relación.



Pero no siempre es fácil definir quien tiene el poder en una pareja, puede resultar mucho más poderoso aquel que se agazapa explotando su "condición" de víctima, que alguien que se limita a levantar el tono de voz, -el hacer sentir culpable al otro cuando sabes lo que le importas es algo tremendamente eficaz-, puede ser mucho más poderoso alguien que suelta un "hoy no tengo ganas" aunque sólo sea por la capacidad que tiene en ese momento de decidir sobre los deseos del otro, aún a riesgo de que tenga que privarse del suyo propio.



Tengo un amigo que mantiene la teoría de que siempre toma las decisiones importantes aquel que habitualmente maneja el mando de la televisión. Se lo he explicado muchas veces, parte de un supuesto erróneo, el problema no es quien tenga el mando, el problema es saber que nunca uno sólo debe de tomar decisiones que afecten a ambos.



Así no se nos casará nunca.. y no será por ganas el pobre.