-   


  

 
279. Jueves, 19 Febrero 2004



Capítulo Ducentésimo septuagésimo noveno: ¿Por qué las cajas "negras" de los aviones son de color naranja?



Dosis de recuerdo de la vacuna antimisoginia del lunes, más fuerte, más dura, un paso más en el escalafón animal.



También es la hembra la que elige, la que dirige, la que controla, la que siente la llamada del amor (¡anda y que no queda poética la frase!) con un abdomen que aumenta de volumen, mientras los machos se hacen más suaves y más cautos y, guiándose por su olfato, se acercan en grupos de 20 o 30 muy despacio y procurando llamar lo menos posible la atención de ella.



La danza se detiene, eso significa que la hembra ha elegido a uno de ellos, siempre es la hembra la que elige a uno entre varios, los demás desaparecen mientras el aceptado despliega las alas y se aferra al dorso de su compañera.



Cuatro veces mayor que él, la hembra no demuestra ningún interés, el macho se suelta y se aferra varias veces en un cortejo que puede durar más de seis horas, no es tiempo perdido, durante ese ritual en el que los amantes se separan y se unen varias veces, el macho fabrica y llena el saco espermiótico que lleva en su abdomen.



Cuando la hembra percibe que el saco está lleno se gira bruscamente, atenaza al macho que se encuentra aferrado a su espalda, lo agarra por la nuca y empieza a devorarlo por la cabeza.



Es entonces cuando el saco seminal se desprende del abdomen del macho y se pega al de la hembra en un intercambio donde es imprescindible que ella devore la cabeza de su compañero, ya que es precisamente el cerebro, el que hace que el saco permanezca adherido al cuerpo.



Es el cortejo reproductivo de las mantis religiosas, dónde ellas eligen el macho que les pone más agresivas, un mínimo punto de piedad por parte de la hembra impediría que la cópula se llevara a cabo, un atisbo de compasión y sería el fin de la especie.