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294. Jueves, 11 Marzo 2004



Capítulo Ducentésimo nonagésimo cuarto: ¿Por qué los preservativos no vienen con "abre-fácil"?



En los casi dos años que hace que encontré esto de las bitácoras, solo hay una cosa que me está molestando profundamente, y lo peor es que cuanto más tiempo llevo más se agrava: no tengo tiempo para leer todas las que quisiera.



Uno empieza por las más afines a él, vale, pones los enlaces, -a la izquierda de sus pantallas-, y entras cada día a ver que se cuentan, porque ya los consideras tus "amigos", casi tu "otra familia", los que tienen bitácora y los que no, como Humma o como Emilio, que cada mañana se acercan a por su café.



Pero a partir de ahí uno va pinchando en otros enlaces y descubriendo a gente que es capaz en tan solo dos líneas, de emocionarte, de inquietarte, de conseguir algo tan difícil como sacarte una sonrisa precisamente ese día en el que el horno no estaba para bollos.



Poco a poco voy descubriendo verdaderas joyas en esto de los blogs, de esas que te atrapan, de esas que dicen justo lo que estás sintiendo en ese momento, pero que, corto que es uno, soy incapaz de expresar. Y ahí están ellos, contándolo como si leyeran mis pensamientos.



Hoy quiero darles las gracias, y decirles también que los odio, -de pura envidia por escribir como escriben-, a un puñado de autores que aún no he enlazado, pero con los que disfruto saboreando todo lo que dicen. Ninguno de ellos sabe que los leo, y posiblemente no se enteren nunca, ninguno sabe tan siquiera que existo, pero por si acaso, que sepan que tienen algún admirador secreto, eso siempre hace ilusión.



Mientras, yo seguiré como hasta ahora, entrando en sus textos de puntillas para no molestar, reprimiéndome las ganas de aplaudir para no dar la nota, y saliendo con la boca abierta y todas las ganas del mundo de volver para seguir aprendiendo.



Quiero darle las gracias a Algernon y a sus palabras, esas llenas siempre de amable ironía y de un sentido del humor no muy fácil de mantener en estos tiempos; A Alberto Bastos, que me provoca un extraño sentimiento de admiración por ser capaz de expresar tantas cosas con esa pasmosa sencillez; A J.J. Merelo que desde su atalaya ha logrado que alguien como yo, analfabeto informático integral convicto y confeso, entienda cosas que ni en sueños creía que podría hacer -gracias maestro, que así se llaman los que enseñan-



Gracias a Salva y su cuaderno, todo un ejemplo de ideas claras defendidas con una pasión que ya me gustaría para mí , desde esa ternura que le da el parecer, y seguro que también ser, una buena persona; Gracias al Osito, con mayúsculas, mi primo el de "zumosol, que me hace viajar con la imaginación y al que algún día me gustaría, modestamente, parecerme; Y gracias, ¡como no! a Bitácoras, con la que he cambiado el navegar con una tabla de surf por esto de los weblogs a hacerlo en un trasatlántico de lujo, lo que son ellos.



La lista podía continuar, pero tampoco es plan de aburrir, solo me apetecía hacerlo. Me parece que como siga así tendré que hacer alguna modificación en el título de esta ya vieja bitácora, cambiándolo por algo así como:



¡Tantas bitácoras y tan poco tiempo!


Bueno, no ha sido el mejor día para agradecer nada, escribí y publiqué el post antes de que pasara lo que está pasando y he tenido muchas tentaciones de quitarlo, pero no quiero que unos -loquesean- alteren la normalidad, al menos no toda la normalidad.


Eso si, con lo de esta mañana ya han logrado una cosa muy personal, voy a ir a votar el domingo, por primera vez en mi vida.


Puesto queda, con toda la rábia de la que soy capaz.



Si me gustaría un ruego a todos los que os estais manifestando en vuestras bitácoras, no les llameis "hijos de puta", ni las putas ni sus hijos se merecen semejante comparación.