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295. Viernes, 12 Marzo 2004



Capítulo Ducentésimo nonagésimo quinto: ¿Por qué... pero por qué?



Las ratas han vuelto a sus madrigueras de dónde nunca debieron salir.



Contra la muerte: vida. Contra el miedo: la esperanza. Contra el fanatismo: el futuro



Y hoy quiero hacer un post de vida, de esperanza, de futuro. Se lo debo a Almudena que se está recuperando en el Gregorio Marañón, -Almu, hija, es la primera vez que tú, más seria que el cobrador del Frac, me animas a mi, ¡quien te lo iba a decir!



Los griegos, que serían muy cultos para muchas cosas pero un poco brutotes para otras, pensaban que los niños, -los niños, no las niñas- se formaban de la sangre menstrual retenida. Tuvo que venir Hipócrates para establecer la primera igualdad en estos temas y "demostrar" que también las niñas procedían de esa sangre.



Pero llega el revolucionario de Aristóteles y por molestar más que por otra cosa, dice que la sangre no tiene nada que ver, que es sólo, única y exclusivamente el semen del varón el responsable de la nueva vida y que el útero no es más que un recipiente donde esta va a crecer y del que se va a nutrir. Y no sólo no le llaman misógino sino que está considerado como todo un gran sabio.



Y yo, por mucho menos, ya veis.



No contentos con eso, Galeno, un médico griego con bastante mala leche, desafía a Aristóteles y asegura que el útero de las mujeres contiene unos embriones ya prefabricados y que, cuando se deposita el semen encima de ellos, se rompe su envoltorio y se empiezan a desarrollar.



Estarían más o menos perdidos en sus teorías, pero hay que reconocer que, a la hora de la práctica y en vista del alto índice de natalidad de la época, tampoco les debía de resultar muy imprescindible conocer tantos detalles sobre el tema.



Vida, esperanza, futuro. Hoy he puesto de despertador a la ilusión, con ese sonido, estos "lo que sean" NO van a poder nunca.