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300. Lunes, 22 Marzo 2004



Capítulo Tricentésimo: ¿Por qué no somos también políticamente correctos y en vez de llamar "locas" a las locas no les llamamos "enajenadas mentales"?



Domingo, diez de la mañana, llaman a la puerta...



Conozco a mi marido perfectamente, tengo derecho a llamarlo "marido", que después de casi dieciocho años juntos digan los que quieran, lo que quieran, esa es la palabra adecuada, y sé que es de esas personas tan románticas como yo admirador de Madonna. Algo que, después de tanto tiempo, ya tengo asumido, sé que se acerca mucho a la perfección, pero hay detalles en los que fallará siempre.. o casi siempre.



Domingo, diez de la mañana, llaman a la puerta, me levanto a abrir entre maldiciones no pronunciables antes de las doce de la noche.



Nos conocimos con la misma edad, ambos teníamos dieciséis años, pero yo, precoz para todo y que, para que engañarnos, siempre he sido un poco pendón verbenero, no era ya virgen ni de lejos. Si a esto unimos que lo de la timidez es algo que solo he conocido de oídas, en cuanto le vi puse en marcha el mismo truco de siempre: no dejarle hablar y, como, el que calla otorga, me dije, "¡hale! si no me ha dicho que no será que si, me lo quedo", y hasta ahora.



Domingo, diez de la mañana, llaman a la puerta, me levanto a abrir entre maldiciones no pronunciables antes de las doce de la noche, abro y me encuentro con un señor con un ridículo gorro, una cesta inmensa y preguntando por mí.



Mi pobre marido, con todo el misterio del que fue capaz y sin más motivo confesado de que le había dado la gana, había encargado en un telesorpresas de esas, un teledesayuno para que me lo llevaran a la cama, un teledesayuno de los completos, con varios clases de cafés, zumos, mermeladas, todo tipo de bollos, media docena de churros muy recientes, un ramo de tulipanes con los capullos a punto de reventar, dos rosas rojas, tres blancas y hasta un pequeño peluche con mi nombre.



Y estaba llegando el domingo a las diez de la mañana.



Sé que debería de celebrar los trescientos post, ponerme mi vacuna antimisogínia, protestar por ser lunes y tener que empezar una larga, y hasta completa -grrrrrrrrrrr- , semana de trabajo, pero la verdad es que sigo aquí, con la misma cara de gilipollas que tuve ayer todo el día.. y no sé porque me da, que se me va a tardar en pasar... y mucho.