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  370. Martes, 28 Julio, 2004

 
Capítulo Tricentésimo septuagésimo: ¿Por qué siempre está vacía la bandeja de los cubitos de hielo cuando necesitas alguno?

Los que, por suerte, sólo vemos en los pechos de las señoras un mero apéndice alimenticio para una determinada época de la vida, desprovistos de la más mínima connotación lúbrica, no acabamos de entender muy bien esa exagerada obsesión de los "heteros", por unas simples y gelatinosas protuberancias mamarias.

Por las tetas, vaya.

Sin embargo la realidad no deja lugar a dudas y me toca comprobarlo casi cada día: a la mayoría de mis amigos a los que, por desgracia, les gustan las mujeres, ("hay gente pa-tó"), les pasa lo mismo.. la relación entre la cantidad de babas que sueltan cuando miran a una mujer suele ser directamente proporcional al tamaño de sus pechos.

Por eso entiendo a todas aquellas mujeres que se empeñan en aumentárselos a toda costa, algo que, de una o de otra forma, siempre ha sido una prioridad para muchas de ellas, que veían como aquello de "tiran más dos tetas que dos carretas", se suele cumplir a rajatabla.

Mucho antes de que se empezara a usar la silicona ya existían métodos más o menos "fiables" para intentar este aumento. Si ir más lejos, en los años 40 había un médico americano J.H. Smithers, que utilizaba la técnica de la hipnosis para aumentar el volumen de los senos en su consulta.

Lógicamente el pecho de las pacientes no aumentaba de tamaño en absoluto, pero durante un tiempo ellas estaban convencidas de que sí.

Por cierto, que el record de contorno de pecho natural lo tiene una inglesa, Ida Maitland, con 3 metros y 68 centímetros de perímetro, mientras que la mejor marca de pecho implantado lo tiene la actriz porno Marie Sucker, con 3 metros y 75 centímetros.

Seguro que estas más que carretas son capaces de mover "trailers" llenos de hormigón armado. Pobres.