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  391. Lunes, 13 Septiembre, 2004

 
Capítulo Tricentésimo nonagésimo primero: ¿Cuándo la vida te da la espalda, puedes tocarle el culo?

Dicen los que saben del tema, entre los que desde luego ni me encuentro ni quiero encontrarme, que un número bastante alto de mujeres, así en general, sufren una cosa a la que le han puesto un nombre de lo más curioso: anorgasmia situacional.

Consiste, nada más y nada menos, pobrecitas mías, en que ellas experimentan orgasmos a través de la masturbación cuando están solas, pero son incapaces de sentirlos si se masturban en presencia de otra persona.

Algo que visto desde una perspectiva de hombre, donde cuanta más "carne" alrededor de uno pues mejor, no deja de resultan un tanto chocante.

Decían los persas que el orgasmo era la manifestación del cielo en la tierra y que había que procurar visitar el cielo lo más posible.. y digo yo que si uno está bien acompañado pues mejor que mejor.

Que no pase como aquel del chiste que le decía a su mujer: "Amor, quiero que cuando tengas un orgasmo me lo digas, ¿Vale cariño? Y su santa esposa le contestaba muy indignada: ¡oye Pepe, no pretenderás que salga corriendo a contártelo estés donde estés! ¿verdad?

Por cierto, hablando de orgasmos femeninos , -ya sé que no soy el más indicado para hablar de ellos, ya- leí yo el otro día una de las mejores definiciones sobre el que he visto nunca. Curiosamente, y no digo nada más que lo que digo, la hacía una mujer, Virginia Wolf :

"Mis orgasmos, a veces, son de un ardor y una vehemencia inconcebibles, inauditos y estremecedores, pero otras me producen una sensación fugaz, densa y estanca como un aperitivo ligero y refrescante que me permite estar a punto de nuevo".

Eso es un orgasmo poético y lo demás tonterías