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  402. Martes, 28 Septiembre, 2004

 
Capítulo Cuadringentésimo segundo: "No más medios de comunicación... ¡los queremos completos!" (Alberto C. Tertuliano político y aspirante a comentarista del corazón).

Está uno tranquilo, relajado, haciendo lo de siempre, mirando a las musarañas ensimismado en ese dulce pensamiento que es el vacío..

De pronto, de la nada, la marcha triunfal de Aida con su fanfarria de trompetas y su acompañamiento de cuerdas..

La maquinaria se pone en marcha, zambullida en plancha en el bolso de la dueña del teléfono móvil con sonidos polifónicos de ultimísima generación del que sale un sonsonete estridente y pegajoso que no para de meter ruido, vuelan por los aires el kit de maquillaje que regalaba el "cosmo", un recibo de agua sin pagar y hasta el peluche enano que le tocó en el último "amigo invisible"..

No hay manera, el final es siempre el mismo : una cara contrariada porqué se perdió la llamada.

Sé que es difícil de creer, pero hubo una época no muy lejana en la que no existían los móviles y la gente era feliz, las llamadas se hacían tranquilamente al llegar al trabajo o a casa a menos que el asunto fuera urgente de verdad.

Ahora con el móvil todas las llamadas son urgentes, super-importantes, inaplazables. La cara de verdadero terror que ponen quienes llaman a un móvil y se encuentran con el buzón de mensajes es todo un poema: ¿Lo tiene apagado? ¿Y por qué lo tiene apagado? ¿Y por qué no me avisó que lo iba a tener apagado? Si lo tiene apagado por algo será...

Horror que se vuelve espanto si en un segundo intento sigue sin contestar nadie, un thríler digno de Stephen King y siempre el mismo pensamiento: le pasó algo, seguro. Sí, tuvo que pasarle algo.

Puro optimismo tecnológico.