-   


  

  439. Miércoles, 24 Noviembre, 2004

 
Capítulo Cuadringentésimo trigésimo noveno: "Con los abogados y con las prostitutas siempre pasa lo mismo: si no le pagas por adelantado, hay que suplicarles para que se muevan" (Juan J. 45 años, contable en tramites de separación)

No sé donde he leído que en cualquier casa sólo existen dos tipos de arreglos caseros: los que son demasiado gordos para que los hagas tú y los que son demasiado pequeños para que te molestes.

Los primeros salen por un ojo de la cara y los segundos, si los dejas, pues también.

Resumiendo, que los únicos trabajos de bricolaje en plan chapuza casera para los que un hombre standard, entre los que estoy incluido, está capacitado, son hacer estanterías y cambiar una bombilla.

Y cualquiera de las dos cosas con mucha precaución y con todas las reservas.

Si uno no es muy mirado en cuanto a la terminación, diseño y esas cosas, lo de la estantería es relativamente, solo relativamente, fácil; basta con tener unos cuantos libros y conseguir que se sostengan en unas tablas, tablas que a su vez se sujetan con los mismos libros.

Lo de la bombilla es más complicado, pero que mucho más complicado, asumir el riesgo de subirse en una silla para intentar tocar aquella cosa llena de polvo sabiendo, encima, que el menor descuido puede dar lugar a una descarga mortal de necesidad, es solo una labor reservada a los más osados aventureros

Es precisamente en esos angustiosos momentos, cuando ves que empieza a oscurecer y tú te sigues debatiendo entre arriesgar tu vida o quedarte a oscuras del todo, cuando llega él y cambia la bombilla mientras no para de llamarte inútil.

Y es entonces cuando te das cuenta de verdad y en toda su trascendente dimensión, la vital importancia que puede tener la pareja en la vida de una persona.