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  515. Jueves, 31 Marzo, 2005

 
Capítulo Quingentésimo decimoquinto: "Si sólo voy a tener una vida, déjenme vivirla rubia". (Eslogan de una campaña de Tintes Clairol)

Otra vez aquí, y como siempre, con sólo una única razón para volver al trabajo: que me pagan a final de mes.

Por supuesto, me considero mal pagado, (para empezar, las vueltas de vacaciones y todos los lunes deberían de tener suplemento aparte) y me pongo de los nervios cada vez que comparo mi ridículo sueldo con el de los demás.

Visto lo visto, ando yo pensando en buscarme otra "actividad laboral" en la que pueda ganar lo que merezco, y después de buscar así por encima, creo que he encontrado una de acuerdo a mis posibilidades.

Un rey de Macedonia allá por el 300 a.C., Demetrio I Poliorcetes, requirió los servicios de una cortesana griega llamada Lamia, dejando que ella pusiera precio a sus "gracias".

La señorita en cuestión tasó su "prestación laboral" al rey en el equivalente a unos 40 millones de pesetas de las actuales (a un servidor a partir de los 6 euros se le da mejor calcular las cosas en pesetas) quien, conforme con el precio, gravó con un impuesto especial la venta de jabón para poder conseguir la suma correspondiente para poder pagar por tal "capricho".

Para que luego digan que eso de aumentar el precio de las cosas con una "comisión", es cosa de los "políticos" modernos.

Digo yo que con esos "precios" y aunque (seamos realistas) uno cotice por lo muy bajo tirando a enano, mal habría de ser que no acabara sacando un poco más que la miseria que me dan por venir aquí cada mañana.

Desde este mismo momento estoy en alquiler y si la oferta es buena, hasta en venta.

Uno, laboralmente hablando, es fácil.