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  546. Martes, 17 mayo, 2005

 
Capítulo Quingentésimo cuadragésimo sexto: "Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos" (Leonardo Da Vinci, 1452-1519, artista y científico -y de todo un poco- italiano)

Ayer, lunes durante nada más y nada menos que 24 horas seguidas, me pasé el día protestando entre unas cosas y otras.

Teniendo en cuenta que mi vida transcurre de forma "normal" tirando a "buena" y que aún no tengo edad para la crisis de los cuarenta, (necesitar todavía un sólo bote de litro de anticanas al mes es la prueba irrefutable de que soy -casi- un "adolescento"), está claro que estos conatos de agresividad y mal humor están causados por esa estúpida manía, fruto sin duda de una mente enferma, de tener que venir al trabajo todos los días.

Con una aversión especial a los siniestros e infernales lunes.

Como lo de la jubilación no acaba de cuajar (se empeñan en que para cobrar sin trabajar tienes que ser viejo), me estoy planteando en serio pedir una baja por estrés antes de que sea demasiado tarde.

Casos de locura por exceso de actividad laboral hay muchos y ya que todas las teorías modernas apuntan a que la prevención es el mejor remedio, habrá que poner manos a la obra... pero ya.

Todo con tal de no llegar al extremo del orador, médico y poeta del siglo XVII Gaspar Balaus, que en su vida diaria desarrollaba tal grado de actividad laboral, que acabó creyéndose hecho de mantequilla, por lo que eludía cualquier fuego o fuente de calor por miedo a derretirse.

Un día muy caluroso, temiendo fundirse, se arrojó de cabeza a un pozo y murió ahogado.

Antes de llegar a esos extremos, mejor una baja. La salud ante todo.