Capítulo Quingentésimo sexagésimo cuarto: "Envidio a la gente que bebe. Al menos ellos tienen a qué echar la culpa de todo" (Oscar Levant, 1906-1972 compositor y pianista)Uno, abstemio de nacimiento y que el único alcohol que ha probado en su vida debe de haber sido el de los bombones rellenos de licor, no deja de extrañarse de la cantidad de "
copas" que pueden llegar a beber algunos sin emborracharse, mientras a otros les basta con pisar una chapa de
"Coca-cola" para pescar una moña de mucho cuidado.
La respuesta suele ser siempre la misma: "
hay que saber mearlo".
Pero mear, mear, que yo sepa, mean todos.
Y digo yo que a ver si resulta que también tiene algo de razón esa vieja leyenda venezolana cuando cuenta la historia de
"El Silbón", un espíritu maléfico que ataca a los borrachos que vuelven de parranda, y les chupa el ombligo para sorberles el aguardiente que han bebido.
La tradición dice que el espíritu pertenece a un niño mimado y malvado que, empeñado en comer "
asadura", asesinó a su padre y le devoró las entrañas. Fue maldecido por su madre, y desde entonces vaga como un alma en pena buscando nuevas víctimas.
"
Encontrarse" con el
Silbón cada vez que uno bebe debe de ser toda una suerte, especialmente para el pobre y sufrido hígado y ya de paso, para el cerebro. Cada día mueren más de cien mil neuronas, que jamás se reponen y en cada borrachera se llegan a perder millones.
Desde luego si por aquí les diera por "
importar" esa ley del ducado de
Bretaña (que hasta hace 400 años cumplían a rajatabla) por la que a los borrachos "
sólo" se les permitía reincidir cuatro veces y a la quinta borrachera les cortaban una oreja, pocos iban (íbamos) a estar "
completos"..