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  571. Miércoles, 22 junio, 2005

 
Capítulo Quingentésimo septuagésimo primero: "La experiencia es la llama que no alumbra sino quemando" (Benito Pérez Galdós. 1843-1920, escritor español)

Ayer martes recibí un extraño correo electrónico de alguien que dice leer esto cada día, empeñado, entre otras muchas confidencias, en "felicitarme" por mi vida sentimental y contándome lo muy "desgraciada" de la suya.

Reconozco que semejantes (y extensas) "confesiones", por inesperadas, me han dejado una rara sensación de desconcierto. Nunca fue mi intención servir de "modelo", ni de nadie ni de nada.

Por eso, saliéndome un poco de la línea habitual de estas chorradas, me gustaría aclarar, (aclararle) que ninguna vida, ninguna, es precisamente un cuento de hadas y que intentar crearse falsos "héroes" lo único que consigue es "protegernos" de cosas tan sencillas pero tan apabullantes como es la pura y dura "realidad".

Todos tenemos un pasado.

A mí también me contaron muchos cuentos. Como tantos, crecí creyendo en príncipes azules: guapos, sensibles, románticos...

El primero que me hipnotizó lo parecía, o más bien parecía el hijo de un príncipe. Los dos teníamos catorce años. Me dejó por otro menos ingenuo que yo.

Fue tan corta la ilusión y tan larga la ingenuidad, que nos perdimos el uno al otro sin habernos tenido. Así fue como conseguí el primer desgarro amoroso, desesperado e infantil, pero desgarro al fin y al cabo.

Al poco tiempo, en bachillerato, me enamoré o eso creí yo, de mi compañero de pupitre. Era guapo, muy guapo y se ponía nervioso cada vez que tartamudeaba, algo que hacía cada vez que se ponía nervioso. Siempre me ignoró y yo aprendí, a la fuerza, que también se puede tener lo que sólo se sueña..

Todos tenemos un curriculo más o menos extensos de imposibles, de historias fallidas, de posibilidades desperdiciadas. Historias posibles que no lo fueron por culpa nuestra o de la otra persona, por las circunstancias, el miedo, la educación, por cobardía...

Sin darnos cuenta de que también se pierde lo que no se vive. Tarde descubrimos que cuanto más flexibles somos, más libres somos también.

La vida es complicada para todos, ("pa-ra-to-dos"), pero también para todos la mejor manera de atravesar un "infierno", cualquier "infierno", es seguir caminado.

Prometo que mañana vuelvo a las andadas hablando de sexo.