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617. Jueves, 29 septiembre, 2005

 
Capítulo Sexcentésimo decimoséptimo: "Hay quien cruza el bosque y sólo ve leña para el fuego" (Leon Tolstoi, 1828-1910, novelista ruso)

Unos enviados del rey francés Felipe II, "Augusto", allá por el mil ciento y mucho, vinieron a España (aunque ésta ni tan siquiera existía como tal) con plenos poderes para escoger esposa para Luis, hijo mayor del monarca y, por tanto, delfín del trono de Francia.

En principio la elegida tenía que haber sido la hija segunda del rey Alfonso VII de Castilla y de Leonor de Inglaterra, una agraciada doncella llamada Urraca.

Sin embargo semejante nombre les sonó tan mal a los enviados, (algo lógico a poco que uno se imagine a un francés pronunciando "Urraca") que éstos escogieron para ser esposa del delfín a la hermana de Urraca, Blanca, mucho menos agraciada físicamente pero con un nombre más sonoro, nombre que la convirtió directamente en la futura reina de Francia (... y posterior madre de San Luis, el de los famosos "hijos").

Para que luego digan que la forma en la que a uno lo van a llamar no tiene más importancia que la "estética".

Por cierto y teniendo en cuenta que el mío significa "casa nueva" no me importaría nada que el susodicho, aunque sea ya a estas alturas de mi ancianidad, fuera profético.

Esperándolo estoy.