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  462. Viernes, 7 Enero, 2004

 
Capítulo Cuadringentésimo sexagésimo segundo: "¡Clamé al cielo y no meo yo!" (Ramón A., 68 años, prostático)

Es la gran pregunta que uno no deja de hacerse a sí mismo durante estos días:

¿Pero.. por qué me habrán regalado esto?

Y es que hay regalos que no se olvidan, son esos que no vas a utilizar jamás, entre otras cosas porque no sabes no ya sólo para que pueden servir, sino ni tan siquiera que es lo que son.

Seguro que a todos nos han regalado alguno -o varios- estos días, y las posibilidades de poder hacer algo con ellos son siempre las mismas, o los guardas para regalárselos a otros, lo que puede provocar que al cabo de un cierto tiempo te los vuelvan a regalar, o que, por un cariño mal entendido a la persona que te lo regala, lo guardes hasta su autodescomposición, -algo que al no ser biodegradables no suele ser buena idea-, en cualquier fondo del armario.

Pero ahora leo un artículo de Quim Monzó explicando como una empresa americana, la "Orbital Development" se ofrece a recoger tus "regalos no deseados" y mandarlos en un cohete de fabricación rusa a la luna depositándolos allí para siempre

La idea no es nada mala, pero, -siempre tiene que haber un "pero"-, le he encontrado un ligero inconveniente, resulta que el viaje cuesta seis millones de euros, y claro, no tengo yo la economía en este principio de enero para semejantes dispendios.

Sobre todo cuando me cuesta bastante menos abrir el cubo de la basura y llenarlo con tan inútiles regalos.

Hasta el lunes.