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  483. Lunes, 7 Febrero, 2005

 
Capítulo Cuadringentésimo octogésimo tercero: "Es un auténtico caballero. Apuesto a que saca los platos del fregadero antes de mear dentro". (Shirley MacLaine como "Ouiser Boudreaux" en Magnolias de acero).

Por fin he descubierto uno de esos grandes interrogantes que nadie había podido solucionarme, al menos de una forma lógica, durante muchos años.

Hasta ahora, al menos para mí, la cosa no era más que una simple y pura contradicción.

Vamos a ver: ¿cómo puede uno despertarse excitado casi todas las mañanas cuando precisamente, ese suele ser el momento del día, de la tarde y de la noche en el que peores condiciones encuentras a tú pareja?

Bueno pues ya está, solucionada la duda, un periodista americano con un apellido impronunciable, lo ha solucionado.

Resulta que, en versión resumida, un cuerpo normal (de hombre, se entiende, que estamos hablando de "personas normales") se puede dividir en dos grandes partes: un pene y lo demás.

Con una dificultad añadida: sólo hay sangre para usar una cosa o la otra, pero no las dos a la vez.

Así cuando nos despertamos toda la sangre está en el pene (algo evidente en la mayoría) por lo que no queda ninguna en el nervio óptico: es decir, que uno se despierta excitado y sin ver que tienen enfrente.

Resultado: cualquier cosa sirve.

Vale, la explicación está un poco pillada por los pelos, pero a ver quien encuentra una mejor al hecho insólito de que, cualquiera, por muy salido que esté, pueda excitarse viendo las pintas con las que la mayoría nos levantamos por las mañanas.

Además, es lunes, tengo sueño y he tenido que "venir al trabajo". Las desgracias, que nunca vienen solas.