-   


  

678. Martes 10 Enero, 2006

 
Capítulo Sexcentésimo septuagésimo octavo: "¡La felicidad perfecta no existe! Dijo el hombre cuando su suegra murió y le presentaron la factura de las pompas fúnebres" (Jerome K. Jerome, 1859- 1927, escritor inglés)

Por más sangre roja que tengamos no hay que perder la esperanza: todavía podemos encontrar a nuestro príncipe azul. Es cuestión de mucha suerte y algo de habilidad. Ejemplos hay (alguno muy cercano), ha habido y habrá siempre.

Una de las emperatriz más famosas que en el mundo han sido, Teodora, (conocida por la "Emperatriz Bondadosa") no era más que una hilandera que trabajaba en un taller cercano al palacio del príncipe, (aún heredero al trono cuando la conoció), Justiniano.

Así dicho tampoco tiene más misterio, chico (importante) encuentra chica (humilde) a la que hace su esposa. Hasta aquí todo normal.. sino fuera por el trabajo que hasta su conversión al cristianismo (acompañado del correspondiente cambio de actividad laboral) había ejercido la señora Teodora.

Nacida en Creta en el año 503, emigró huyendo de la miseria a Constantinopla y empezó a trabajar con 16 años en una casa de citas. Una más de tantas.. sino fuera por un curioso y muy popular "número" que hacía antes de complacer a los clientes y por el que eran "legión" los "admiradores" que intentaban conseguir sus favores.

Salía al escenario desnuda y se tumbaba en el con las piernas abiertas mientras unos esclavos le cubrían con grano las partes más "estratégicas" de su anatomía. Entonces aparecían seis gansos que picoteaban los granos mientras ella se retorcía una y otra vez de placer.

Sí, es verdad, cuando la conoció Justiniano sólo "ejercía" ya de hilandera, pero lo decía mi abuela "la que tuvo, retuvo". Parece claro que "pescar" un príncipe azul está al alcance de cualquiera.. basta un poco de suerte y desplegar alguna que otra habilidad.