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734. Jueves, 30 marzo, 2006

 
Capítulo Septingentésimo trigésimo cuarto: "Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección". (Francis Picabia, 1879-1953, pintor francés)

Uno tiene la edad que tiene por haber nacido en el año que nació y (sobre todo) por ir cumpliendo un año más cada año del calendario. Hasta ahí, blanco y en botella: leche.

Pues nos engañan, o al menos no nos cuentan toda la verdad. Sí, es verdad, por aquí un año es un año. Pero sólo por aquí. Si uno se apunta a otro sistema de medición ¡y hay muchos!, y todos ellos tan respetables como el que nos endosan a primeros en la caja de ahorros y monte de piedad (la que lo dé) puedes ponerte o quitarte años a conveniencia y sin mayores problemas. Bastará (y es sólo un ejemplo) con decir: "a partir de ahora me convierto al persianismo (o como se llamen los de la religión persa y me rijo por el calendario persa". Desde luego hay para elegir:




El truco está en nacer con una religión y cambiarse varias veces y según según conveniencia cada vez que uno crea conveniente. El "exquisito" res-pe-to que se debe tener a otras culturas y/o religiones hará que nadie se atreva a decirnos nada y así podamos tener y sobre todo "decir" los años que nos de la gana sin hacer eso tan feo de mentir cuando nos preguntan la edad.