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820. Viernes, 15 septiembre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo vigésimo: "Soportaría gustosa una docena más de desencantos amorosos, si ello me ayudara a perder un par de kilos" ( Sidonie Gabrielle Claudine -Colette- 1873-1954 novelista francesa)

Si por algo se ha caracterizado siempre "tantos hombres y tan poco tiempo" a lo largo de sus casi cuatro años, ha sido por tratar los temas de sexo con los pies sobre la tierra, siempre de una forma seria y huyendo de falsos tópicos y leyendas urbanas que pudieran llevar a equívocos.

Siguiendo en esta línea de servicio público formal -y sobre todo realista, muy realista-, hoy tenemos el gusto de presentarles la genuina, la auténtica, la infalible receta, sacada directamente del Heptamerón, -uno de los grimorios más antiguos que se conocen atribuido a Pedro de Abanto (1259-1316)- destinada a que, quien quiera, averigüe qué hombre le tocará en matrimonio:
- "Ve a medianoche a un aposento apartado en el que haya, ya preparados, dos espejos iguales colocados uno frente al otro y alumbrados por dos velas de cera.

Siéntate y pronuncia la siguiente oración:
"Illumina, o Adonai, oculos meos, ad virus quem ruptura sim videndum"
Dirige la vista a uno de los espejos, que se reflejarán infinitamente el uno al otro, y en el espacio más oscuro aparecerá la cara del candidato".
Bien es verdad que en los mismos grimonios también aparecen todas suerte de hechizos, encantamientos, filtros y oraciones para conseguir, por ejemplo, la forma de volverse invisible, hacerse inmune a los cuchillos, ganar a los dados y hasta de apagar fuegos con la mirada, algo que, en principio, podría restarle cierta credibilidad a la formulita para saber el esposo que le va a tocar a uno. Pero, a ver, ¿vas a perder la oportunidad de verle la cara al hombre de tu vida -¡el hombre de tu vida!- sólo porque tu mente esté tan obstruida como para creer que es imposible volverse invisible?

¡Cuánta cerrazón mental en pleno siglo XXI! ¿verdad? Hasta el lunes.