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821. Lunes, 18 septiembre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo vigésimo primero: "La censura es la herramienta de aquellos que necesitan esconder la realidad a sí mismos y a otros."(Charles Bukowski, 1920-1994, poeta y narrador estadounidense)

Durante una buena parte de la Edad Media (y más que nada por llevar la contraria a los hábitos de limpieza que tenían los musulmanes que habían ocupado la península ibérica) comenzó a extenderse una idea de desprecio a la limpieza, que llegaba incluso a considerar hereje a una persona por el simple hecho de lavarse habitualmente.

Este poco "cariño al agua" se acentuó con la llegada del renacimiento, considerándose el baño como un hecho muy nocivo para la salud, y que solo se podía llevar a cabo si el médico así lo recomendaba.

No solo no estaba mal visto no lavarse, sino que no hacerlo era considerado como una virtud de buen cristiano y noble caballero. Y dando ejemplo, Luis XI, rey de Francia, que siempre presumía de haberse bañado en toda su vida una sola vez. Y por imposición médica irrevocable.

Eso sí, estaba estrictamente prohibido realizar ningún esfuerzo cada vez que se tomaba un baño. El médico real le exigía permanecer en cama durante varios días para reposar de tan ardua fatiga y tan perjudicial acción.

Podíamos dejarnos de tantas moderneces (que no parece que nos lleven a ningún lado) y volver a tomar ejemplo de nuestros antiguos sabios. O mejor, adaptar aquellas viejas normas a la situación actual, es decir, seguir duchándonos todos los días (parece que no resulta malo del todo hacerlo) pero respetando escrupulosamente -por prescripción facultativa- el posterior descanso necesario para reposar de "tan ardua fatiga y tan perjudicial acción".

Tradición y modernidad al servicio de la ciencia médica. Ése es el camino. Y los lunes lo veo más claro.