-   


  

828. Miércoles, 27 de septiembre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo vigésimo octavo: "Comprendes que estás envejeciendo cuando las velitas cuestan más que la tarta" (Bob Hope 1903-2003, actor estadounidense)

Aprovechando que hoy es mi cumpleaños (sí, muchos, muchos, muchos, muchos, muchos, muchos, pero muchos, ¿qué pasa?), creo que he encontrado la mascota ideal. Me voy a pedir un Bradypus tridactylus.

Que no os impresione el nombre (también los geranios se llaman Pelargonium crispum y quien más y quien menos tiene uno). El Bradypus tridactylus es simplemente un "perezoso". Un animalito que, lo mires por donde lo mires, sólo presenta ventajas a la hora de tenerlo de mascota.

Primera ventaja: no sólo no hay que lavarlo sino que es muy conveniente no hacerlo ya que sus defensas están basadas en la capa de mierda que cubre su pelo y en la que crecen algas, escarabajos, distintos tipos de ácaros y hasta una especie concreta de mariposa. Trabajo que te ahorras.

Más. No hace falta sacarlo a pasear, aunque con la lentitud con la que se mueve (apenas recorre unos metros el día que se pone) tampoco acabará uno muy cansado en el caso de que te apetezca -por aquello de que conozca el barrio- dar una paseo de vez en cuando.

Y por supuesto nada de andar recogiendo sus excrementos dos veces al día o de tener que cambiar a todas horas la arena del cajón. El perezoso defeca muy poco y sólo lo hace cuando empieza a refrescar para que el esfuerzo de evacuar no altere su temperatura corporal.

Y lo mejor: molesta muy poco ya que al pasarse durmiendo más de veinte horas al día, las probabilidades de que te despierte temprano queriendo jugar, por ejemplo, un sábado por la mañana, es bastante reducida.

En fin, el compañero ideal.

Dicen que las mascotas se parecen a sus dueños. En este caso al dueño -o futuro dueño- le encantaría parecerse a su mascota.