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837. Martes, 10 Octubre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo trigésimo séptimo: "Como todo el mundo sabe, los cantos de las sirenas atraen a los hombres para luego acabar con ellos. Especialmente las sirenas de las fábricas. (Jaume Perich Escala, 1940-1995, humorista español)

Hoy, que parece que voy a tener más trabajo que el veterinario de 101 dálmatas en plena crisis de garrapatas, me vuelve a asaltar un pensamiento cíclico: cambiar de actividad laboral. Después de estudiar mis posibilidades concienzudamente, y viendo que soy más inútil que el peluquero de Aramis Fuster, he llegado a una conclusión: sólo puedo emprender el camino de los que no sirven para otra cosa. Voy a ser crítico.

Eso sí, dudo entre serlo de música o de cine. De ambas cosas entiendo muy poco con lo que soy un serio aspirante al puesto. Sólo tengo que fijarme en cómo lo hacen los grandes maestros. Casi todos funcionan de la misma manera.

La primera seña de identidad de un buen crítico que se precie de serlo es su "capacidad referencial", en otras palabras, la excelencia de una crítica es directamente proporcional al número de referencias que se puedan citar en ella. Y cuanto más raras mejor. Una buena relación de actores secundarios en películas turcas o algún título de caras b de un grupo de rock de Colorado que cantan en japonés formado por cincuentones cuáqueros, puntúa doble.

A partir de aquí hay que "adjetivizar". Suena raro, lo sé, pero no es difícil, basta con agarrar la película, el grupo o el cantante en cuestión y agregarle "ano/ana" (con perdón) a cualquier cosa que se relacione con él; Si tachamos de "almodovariana" cualquier película donde salgan más de tres colores chillones y una caja de zapatos de Chus Burés, ¿por qué no vamos a hablar de influencia "madonnianna" cuando comentemos el primer disco de esa nueva cuarentona teñida y operada que aúlla con gorro de militar? ¡Si es la misma Madonna!

Siguiente paso: si la buena música o el buen cine deben ser algo abstracto, escribir sobre ellos también tiene que serlo. El secreto está en escribir un mínimo de setenta palabras sin signos opresores de puntuación para que acabe por no entenderse absolutamente nada. Al fin y al cabo Camilo José Cela escribió "Cristo versus Arizona" sin utilizar un solo punto y le dieron el Nobel ¡Qué menos!

Nos quedan dos mandamientos imprescindibles en la carrera hacia la cumbre de "aprenda a ser crítico en diez sesiones". Primero: no hace falta escuchar o ver lo que uno va a comentar, basta con saber quien es el autor de la obra para que se pueda aceptar tigre de bengala como animal de compañía. Para eso el crítico siempre sabe más. Para eso es el crítico.

Y segundo y más importante: todo lo que vende es malo, la gente es tonta y sólo yo y los diez amigos más que hemos comprado la maqueta de Matsuzaki Maya o hemos visto la última de Hou Hsiao-Hsien en versión original china con subtítulos en arameo, tenemos algún atisbo de inteligencia y podemos comprender el mensaje que encierra.

Desde luego si decido dar el salto tengo un futuro de lo más brillante. He dicho.