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866. Miércoles, 22 noviembre, 2006

 
Capítulo Octingentésimo sexagésimo sexto: "El deseo de parecer listo impide a menudo el llegar a serlo" (François de La Rochefoucauld, 1613-1680, filósofo y moralista francés)

Una de las peores experiencias por las que puede pasar una persona humana a lo largo de su vida (y que es mucho más habitual de lo que parece aunque nadie lo suela contar como "experiencia propia") es estar sentado en tu retrete, tan cómodamente, acabar la función para la que uno se sentó allí y darse cuenta de pronto, que se ha terminado el rollo de papel del culo y sólo queda ya el tubito de cartón.

En esto, como en casi todo, también hay clases. Los intelectuales y los estreñidos acostumbrados a llevarse lectura para pasar el largo rato, son los que menos problemas tienen, simplemente se trata de sacrificar algunas hojas del periódico, revista o libro que se tenga a mano y sale uno más o menos airoso de la situación.

Pero para el resto de los mortales empieza el calvario. Aunque si uno no es primerizo ya se sabrá algún truco que otro. Es cosa de muy expertos, manipular el tubo de cartón del rollo de papel vacío, despegando finamente capa por capa y enrollado y desenrollado varias veces para darle suavidad y textura al material resultante y pueda usarse de papel de emergencia.

Para los demás, la solución suele estar en levantarse agarrándose los pantalones lo justo y deambular en plan "pingüino" hasta dónde estén los repuestos para volver al lugar del "crimen".

El problema es que, para entonces, y por cuestión del rozamiento, ya se ha formado un verdadero desaguisado en el lugar que uno pretendía limpiar, haciéndose necesario mojar el papel con agua para que se pueda "arrastrar" todo mejor, algo que presenta una muy grave contraindicación: el papel mojado se pega como una ladilla cualquiera a los pelos de la zona provocando unos pegotitos muy molestos y que acaban por ser imposibles de quitar sin el correspondiente dolor. Y siempre después de arrancar varios de los pelillos afectados.

Moraleja: antes de sentarse, es muy, pero que muy conveniente, mirar las reservas de papel.