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773. Miércoles, 7 Junio, 2006

 
Capítulo Septingentésimo septuagésimo tercero: No hay verdad que no haya sido perseguida al nacer". (François-Marie Arouet -Voltaire- 1694- 1778, filósofo francés).

Los humanos tenemos 23 pares de cromosomas y los miembros de cada uno de ellos, como los calcetines, son iguales entre sí. Sin embargo, los dos que acaban definiendo si una persona será hombre o mujer son, precisamente, la excepción a la regla: el cromosoma X y el cromosoma Y -a pesar de ser pareja-, no se parecen absolutamente en nada.

Un descubrimiento -el de la diferencia cromosómica entre el macho y la hembra- y por lo tanto el de que hombres y mujeres son completamente distintos, relativamente moderno aunque, y en honor a la verdad, casi todos los grandes pensadores desde la más remota antigüedad, ya habían albergado fundadas sospechas acerca de tan peliagudo asunto.

Así en 1943 y en su obra "Pequeñuelos", la inspectora de Enseñanza Primaria, Josefina Álvarez, advertía, y de una forma bastante gráfica, las evidentes diferencias que desde la misma niñez, podían apreciarse entre uno y otro sexo en cuento a sus juegos.




También en 1962 y en "Primicias del Párvulo", Juan Ortega Ucedo, explicaba claramente las diferentes tareas que las personas deben realizar. Unas tareas que, evidentemente, son completamente distintas según el sexo de cada uno.




Y hasta en una obra cumbre de la literatura contemporánea, la "Enciclopedia Elemental de la Sección Femenina" se establecía un riguroso horario destinado para ser cumplido sólo por las mujeres, y que nada tenía que ver -¡por supuesto!- con el que deberían cumplir los varones.



Y todo ellos sin olvidar unos mínimos cuidados que, al contrario de los hombres, necesitará cualquier mujer que quiera producir una buena impresión entre los suyos.



Para otra vez algunos de los textos de los libritos en cuestión. Impagables.