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915. Lunes, 12 febrero, 2007

 
Capítulo Noningentésimo decimoquinto: "La verdad puede ser más extraña que la ficción, pero la ficción es más verdadera" (Frederic Raphael, 1932, escritor y guionista americano)

Picio fue un zapatero natural de Alhendín que vivió en Granada durante la primera mitad del XIX y que (por vete tu a saber qué) fue condenado a la pena de muerte. Mientras se encontraba en capilla a punto de que se ejecutara la sentencia recibió la noticia de su indulto, y le causó tal impresión que se quedó sin pelo, sin cejas y sin pestañas y con la cara tan deforme y llena de tumores que la gente salía corriendo al verle. Se retiró a la villa de Lanjarón de donde lo expulsaron porque jamás entró en la iglesia del pueblo al no querer quitarse el pañuelo con que cubría su calva. Volvio a Granada, donde al poco tiempo murió.

Lo que no sé muy bien es cual ha sido la extraña asociación de ideas por la que esta mañana, según me miraba al espejo, me he acordado de este buen señor a quien, de feo que era, le tuvieron que dar la extremaunción con caña por lo asustado que estaba el cura.

Nada como un lunes para destrozar la autoestima. Menos mal que no le hago mucho caso.