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949. Martes, 3 abril, 2007

 
Capítulo Noningentésimo cuadragésimo noveno: "La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos parece ameno" (Erasmo de Rotterdam, 1469-1536, filósofo y escritor holandés)

Una de las lecciones de mi curso "Abandone su misoginia en tres semanas. Las mujeres no son tan retorcidas como parecen" está dedicada, en exclusiva, a desmontar aquella historia que nos contaban en la escuela por la cual una señora llamada Eva, mujer y residente en el Paraíso Terrenal, era la única culpable de todos los sufrimientos que durante los tres o cuatro últimos millones de años padecemos los demás.

Resulta que la tal Eva es algo simbólico, que nunca existió como tal. Vamos, que la estupidez general que arrastramos desde entonces no es debida -como yo siempre pensé- a la aberración genética que supuso el incesto que (obligatoriamente) debieron practicar sus hijos (teniendo en cuenta que no había más personas humanas alrededor) sino a vete tú a saber qué otras causas.

Hasta aquí vamos bien. Con semejante dato ya puedo aceptar de una manera lógica que la culpa de que yo esté ahora aquí, en plena Semana Santa, currando (haciendo que), con sueño, hambre y una miaja de dolor de cabeza, no es, necesariamente, de la señora Eva. Vale, admito barco como animal de compañía, todo sea por la curación.

Pero claro ¿por qué al hacer la cosa -por muy simbólica que sea- no pusieron al señor Adán, hombre y también residente en el Paraíso, como el malo de la película en vez de, precisamente una mujer?

La respuesta podía ser evidente: quien lo escribiera tenía el cincuenta por ciento para escoger y le tocó la china a la señora. Igual que le podía haber tocado al señor. Es una explicación y la cosa podía quedar ahí. Casualidad. Pero claro uno empieza a rascar un poco y resulta que las "casualidades" se repiten sospechosamente en casi todas las culturas.

En la mitología clásica, Hermafrodito es el fruto de una noche loca protagonizada por Hermes y Afrodita. Según el mito, un día que Hermafrodito, joven inocente y virginal que no se metía con nadie, se paseaba por ahí, una ninfa, jovena y bastante tarambana ella, lo vio y se enamoró perdidamente de él. El efebo la despreció, así que ella, terca, le siguió en secreto. Cuando vio que el chico se bañaba en un lago, se tiró al agua, le abrazó y pidió a los dioses que los uniese para siempre. Los del Olimpo la escucharon y ambos quedaron convertidos en una sola persona, hombre mujer al mismo tiempo.

Otra vez ella haciendo desgraciado a él .. y en este caso para siempre. Demasiadas casualidades señalando directamente a ellas como las malas de la película... Mira que si al final -y aunque sea muy en el fondo- va a ver algo de razón.

Por cierto, algún día hablaremos del hermafroditismo, una de las mejores estrategias que ha escogido la evolución para favorecer la multiplicación de aquéllos que, de otra manera, lo iban a tener bastante difícil. No es causalidad que esta forma de reproducción se limite a animales que no se mueven (como las vieiras) o que lo hacen muy despacio (como los caracoles), a los parásitos (como las sanguijuelas) y a aquellos que salen muy poco de casa (como las lombrices). El sueño de cualquier misántropo, tímido o, simplemente, vago. Vaya.