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959. Martes, 24 abril, 2007

 
Capítulo Noningentésimo quincuagésimo noveno: "Hasta la más larga caminata empieza por un pequeño paso" (Confucio, 551 aC - 479 aC, filósofo chino)

Anda la princesa Letizia a punto de parir. Me temo que el tema me produce el mismo interés que una final del Madrid-Barcelona: ninguno. Pero no puedo negar la evidencia: mi, en principio, completa indiferencia hacia este tipo de acontecimientos va a ser imposible de mantener. Durante los próximos días y haga lo que haga, no podré escapar a las más variadas conversaciones, opiniones incluidas, sobre tan apasionante tema.

Y que conste que me parece muy bien. Se supone que es su obligación. Lo que no acabo de entender es tanto preparativo. Uno que ha visto, -por obligación, nunca por devoción-, algún que otro parto, ha llegado a la conclusión de que salvo algún incidente descontrolado que siempre puede aparecer, parir es, aparte de algo estéticamente feo y muy (pero muy) desagradable, la cosa más natural del mundo del mundo. Y lo más importante: cuanta menos mano se le meta (y nunca mejor dicho), pues mejor.

Y claro, en cuestiones de reinas, antómicamente iguales al resto de las mortales, la cosa no tienen que ser distintas. Al menos nunca lo han sido. Juana la Loca, que por cierto adelantó su boda con Felipe de Hamburgo (el Hermoso) cuatro días con el único fin de saciar su pasión sexual -peroesoesotrotema-, parió a su hijo Carlos (el que luego sería Carlos I de España y V de Alemania), en la letrina del Palacio de Gante, donde la reina disfrutaba de una animada cena. Al final del banquete, la futura Reina de España comenzó a sentirse mal, pero pensó que su estado se debía a un empacho, sin saber que era el bebé quien avisaba de que estaba en camino.

Si ya en un paritorio las parturientas se encargan de ponerlo (y dejarlo) todo perdido, no quiero imaginarme la primera imagen que tuvo que tener el infante Carlos cuando aterrizó en la letrina de palacio.

Menos mal que la naturaleza es sabia y uno sólo empieza a tener recuerdos a partir de los tres años. Menos mal.