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1031. Miércoles, 12 septiembre, 2007

 
Capítulo Milésimo trigésimo primero: "¿Por qué existe la estadística como ciencia si todos sabemos que las posibilidades de que ocurra cualquier cosa es siempre del 50%: o sucede o no sucede"? (Juan T., 59 años, montador de castillos pirotécnicos)

Todavía me acuerdo (y mira que hace) de la definición que aprendí de lo que era un kilo: justo lo que pesaba una barra de platino que tenían guardada unos señores franceses en París. Era una más de las muchas tonterías que nos hacían aprender (¿alguien normal ha usado alguna vez en su vida un logaritmo neperiano, ha tenido que decirle a algún inglés que "su sastre es rico" o se ha encontrado -entre tantas y tantas incógnitas que uno tiene que despejar cada día- haciéndolo con una ecuación de segundo grado? )

Sin embargo, aquello del kilo tenía su encanto, sobre todo porque era de las pocas cosas que aprendías y luego podías aplicar a tu vida diaria. Saber que cada vez que te mandaba a comprar el chopped (el de conaceitunas estaba bueno, pero bueno, bueno), te iban a dar más o menos en función de lo que aquel día pesara una barra de platino que tenían unos señores franceses guardada, no dejaba de ser algo que se salía de lo normal para los que, además de ser de provincias, vivíamos en sus extrarradios (y justito, justito, al lado del cementerio).

Con el tiempo -uno va creciendo y empieza a plantearse sus dudas existenciales- empecé a entenderlo mejor. Eran necesarios unos patrones precisos para que en todos los lados un kilo pesara un kilo, evitando así que a algún país se le ocurriera instaurar alguna ley diciendo que en su territorio un kilo pesaría 2.000 gramos... y a las tres horas tuviera que cerrar sus fronteras ante la avalancha de gente ávida de rebajar su peso a la mitad a cambio de un simple sello en el pasaporte.

Aunque me he quedado yo pensando que tal y como está la competencia en el sector del turismo y vista la cantidad de gordos capaces de hacer cualquier cosa por ver bajar su peso, no entiendo cómo ningún país se ha puesto manos a la obra con el tema. Yo, por de pronto, dejo aquí la idea por si alguno quiere ponerla en práctica. Y sólo a cambio de la voluntad (ya sé que es triste pedir... pero más triste es robar).

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