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1102. Miércoles, 9 enero, 2008

 
Capítulo Milésimo centésimo segundo: "Dejemos las conclusiones para los idiotas". (Pío Baroja, 1872-1956; escritor español)

Estoy intentando tomar medidas de ahorro ante la crisis que (dicen) se nos viene encima. La primera ya está en marcha: visto que para salir -aunque sólo sea una noche al lustro- empieza a ser necesario pedirle un crédito a los señores del cofidis (eldinerodirecto), he decidido quedarme más en casa y aprovechar las oportunidades gratuitas que me ofrece el hogar dulce hogar.

Es cuestión de investigar. Y he empezado por sacarle partido a los electrodomésticos. Descartada la televisión (soy normal y nunca he entendido por qué a la mayoría de la gente le preocupa tanto la vida sexual de los demás) me estoy aficionado a la lavadora. Pongo el programa rápido, me siento delante de ella y disfruto viendo pasar los trapos de cocina mezclados con los calcetines de colores. Me dejo llevar. Incluso sabes cuando va a haber un intermedio. Yo siempre aprovecho en el que hay antes de la centrifugación para ir a mear. Tiene la duración justa.

Y esto es sólo el principio. En estudio tengo el reto de acompañar los prelavados con el sonido de los gorgoteos de la cafetera. Las posibilidades son infinitas.

Aunque algunos no lo entiendan, no hacer nada no es sinónimo de aburrimiento. Si acaso el aburrimiento llega cuando haces algo que malditas las ganas que tienes de hacerlo. Me gusta la vida contemplativa. Me gusta no hacer nada.

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