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1116. Martes, 29 enero, 2008

 
Capítulo Milésimo centésimo decimosexto: "La vejez es un exceso que aumenta por días". (Enrique Jardiel Poncela, 1901-1952; escritor español)

Una de las señales inequívocas de mi entrada -sin remedio- en la edad talluda ha sido ver como un par de amigos de mi misma quinta han decidido cambiar su habitual footing dominguero por unas partidas semanales de golf.

A mí, que ya me he definido varias veces (más de mil cien capítulos acaban pasando su factura de repetición) como hombre sedentario y sedante, un caballero de respetable edad corriendo al trote ya me parecía un espectáculo irresistiblemente penoso. Pero contemplar como los mismos pasean con un carrito, unos palos y algún cómplice por la verde pista entre dos hoyos del campo de golf me parece directamente una soberana gilipollez.

El juego es muy propio de la terquedad y la carencia de imaginación de los ingleses. Colocar una bolita artificial, bastante cara, sobre otra natural millones de veces mayor y obstinarse en golpear a la pequeña sin rozar a la grande es tarea, por lo visto, apasionante, aunque inútil.

¿Puede haber mayor señal de caducidad que tener la misma edad que un jugador de golf? Todo va encajando: soy viejo.

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