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1159. Miércoles, 9 abril, 2008

 
Capítulo Milésimo centésimo quincuagésimo noveno: “El ejemplo más notorio de que la humanidad progresa es que cada año se necesita menos tiempo y más dinero para ir donde uno va”. (Lord Birkett, 1883-1962, abogado británico)

Según el Banco de España en su último informe sobre la economía española: “los datos apuntan a una desaceleración de la actividad durante los próximos meses en un entorno en el que se intensificarán las tensiones en los mercados financieros internacionales”.

Mañana del 8 de abril, después de varias semanas de tensas negociaciones con mi compañero doméstico habitual, accedo a una de sus más antiguas reivindicaciones. Una petición a la que siempre, y por razones obvias de edad, dignidad y gobierno, me había negando: unas vacaciones en tren. Dice tener ya el destino elegido pero prefiere no contármelo. Conociendo su afición a todo lo que sea “dificultad”, “trabajo” y “esfuerzo” hasta cuando está ocioso (los extremos se atraen), me entra el miedo. Dios se apiade de mí.

Los expertos son aún más contundentes: “la economía española está en plena desaceleración debido a la crisis crediticia, al desplome del sector inmobiliario, al alza de las materias primas –penaliza más a las economías menos productivas- y al cambio de ciclo de la economía mundial”.

Tarde del 8 de abril, agencia de viajes. Me entero del “famoso” destino. Dos reservas para el 27 de junio con salida en avión hacía Moscú, coger allí el Transiberiano e ir recorriendo durante casi veinte días distintas ciudades de Siberia, Mongolia y China hasta acabar en Pekín.

Todos los analistas coinciden: "en España este año la inflación ni se frena ni se modera: sólo se retroalimenta, con efectos de segunda vuelta comunicados por los carburantes a la industria, los servicios y, en definitiva, a toda la cadena productiva. Las familias españolas no sólo no ahorraran sino que cada vez son más las que están teniendo dificultades para poder llegar a final de mes".

Después de teclear unas cuantas veces su ordenador la señorita de la agencia de viajes nos informa muy amablemente que sí, que vale, que con nosotros queda completado –y por lo tanto cerrado- el grupo que sale desde España. Es decir, que a día de hoy, con casi tres meses de anticipación, todas las plazas para este viaje –que yo pensaba, ingenuo de mí, iba a estar algo menos solicitado que reservar un apartamento en Gandia-, ya están cubiertas.

¿Crisis? ¿Crisis? ¡Ja!

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