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1210. Martes, 24 junio, 2008

 
Capítulo Milésimo ducentésimo décimo: "El niño grita: !No vale!... !Dos contra uno!, y no sabe que toda la vida es eso: dos contra uno" (Ramón Gómez de la Serna, 1888-1963; escritor español)

Después de contar por aquí el pasado jueves el particular sentido del humor que se gastaba el guasón de Heliogábalo organizando fiestas, han sido varios los correos preguntando algún detalle más sobre las mismas “por si se pudiera aprovechar algo de ellas”.

No es una buena idea. Tener sentido del humor (aunque sea tan elegante, sutil y sofisticado como el que demuestra nuestro Heli cuando cierra las puertas con los invitados dentro y les suelta unos cuantos leones) puede traer graves consecuencias. Bien que lo sabía el pobre, que entre la manía que tenían en su pueblo de ir matando a cuanto emperador se pusiera por delante, y la de enemigos que se ganó con sus inocentes bromas, sufría un miedo casi patológico a morir asesinado.

Para evitar en lo posible semejante trance se había hecho construir un patio de pórfido (una de las piedras más duras que existen) al pie de sus aposentos para poder saltar a él y suicidarse en caso de peligro de muerte. Además, y para mayor seguridad, llevaba siempre consigo un anillo de esmeralda hueco relleno de un fortísimo veneno. Tampoco se separaba de un puñal de oro con empuñadura de diamantes y de una cuerda de oro y seda con que estrangularse si todo lo anterior fallaba.

Pero tantas precauciones no parece que tuvieran mucho efecto. A punto de cumplir los 18 años y cuando estaba desempeñando inexcusables obligaciones fisiológicas algunos miembros de su guardia pretoriana le asesinaron, asfixiándole precisamente con la esponja que el emperador usaba como sustituto del -todavía no inventado- papel de culo.

Nunca hay que perder el tiempo buscando tu destino, él siempre te acaba encontrando. O como decía menos finamente mi abuela: "ya no puede una ni cagar a gusto".