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Sábado, 12 julio, 2008

 
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"Cada vez hay más gente que piensa que agosto sería, junto con diciembre, un mes a borrar del calendario. Se supone que, como en Navidad, en agosto hay que pasarlo bien obligatoriamente. Hay que movilizarse, cuanto más lejos mejor, huyendo del agobio de las grandes ciudades, los que viven en las grandes ciudades, claro. Parece como si el mar y las playas sólo los pusieran a disposición del público en agosto. Los llamados centros turísticos se abarrotan de masas que van -vamos- como rebaños por las mismas cañadas, topándonos unos con otros, a veces fatalmente.

Hay un pueblo en Granada que celebra el año viejo-nuevo a primeros de agosto. Todo se debe a que hace cinco años, el pueblo se quedó sin luz un 31 de diciembre y las autoridades locales decidieron pasar la fiesta de fin de año a una fecha posterior a convenir, y por razones misteriosas que poco importan se eligió agosto, quizá porque es cuando los del pueblo que viven en otro lugar pueden desplazarse a celebrar.

Doy fe de que algunos extranjeros que por allí asoman en esta época alucinan a cuadros cuando ven el pueblo dispuesto a cambiar de año en pleno agosto. Pero eso encaja perfectamente en su idea de que este país es raro e imposible de entender.

En cualquier caso, es un buen ejemplo a seguir, pero ampliando la idea. Que cada uno elija celebrar el rito fetichista de la Navidad, Año Nuevo y la ceremonia hedonista por excelencia que es el verano, cuando le venga en gana o crea conveniente. Se puede hacer a escala autonómica: Cataluña celebra la Navidad en mayo y el verano en septiembre, mientras que Andalucía lo hace a la inversa, y así. Hay gente que adora la Navidad y el Año Nuevo. Con este sistema tendría la oportunidad de celebrar no una sino seis o siete navidades al año. Menudo chollo, sobre todo para los comerciantes. Y los que detestamos la Navidad, que aunque muchos no lo crean también tenemos derecho a vivir, podemos ir esquivando estas fiestas y en cambio elegir tener cinco veranillos.

Algunos listos objetarán lo del clima. Pero eso no es ningún obstáculo, porque hace tiempo que ni nieva en Navidad ni hace calor en verano. La climatología por extraños motivos se está rebelando también contra las fiestas obligatorias y no pone de su parte absolutamente ningún elemento. En todo el hemisferio sur, están hartos de celebrar la Navidad con 40 grados a la sombra y no es óbice para que se decoren abetos y belenes con nieve artificial. Pero aún falta mucho para liberarse de esta dictadura de las fiestas obligatorias y de los movimientos migratorios compulsivos y masivos, que dejan a su paso, como antaño los vándalos o los hunos, desolación, decepción, toneladas de basura. Aunque va habiendo gente que se organiza a contracorriente e intenta veranear en junio o en septiembre y llevar durante sus vacaciones una vida digna, sin apreturas, con el sentimiento de que es una persona y no un borrego. Pero entonces se encuentra con todo en contra: los nativos están de mala leche porque ya no les pueden dar cualquier cosa de comer a cualquier precio, por ejemplo, ni vender el gato como liebre. Pero poco a poco, los optimistas pensamos que todo eso puede cambiar. De ilusión también se vive. "
Transmongoliano día 16: Pekín