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1323. Lunes, 12 enero, 2009

 
Capítulo Milésimo tricentésimo vigésimo tercero: “El adulterio es justificable: el alma necesita pocas cosas; el cuerpo muchas. (George Herbert, 1593-1633; poeta inglés)

En el siglo XVII, la mayoría de los médicos seguían la teoría oficial que sostenía que, según el grado de promiscuidad de una persona, le aparecerían distintas alteraciones en su cuerpo.

Así, si la cosa había sido un simple despiste que no pasó a mayores, el único cambio que notaría sería un enrojecimiento de su nariz. Si el individuo persistiera en su actitud y siguiese por el camino del vicio y la perdición de la promiscuidad, padecería gota. En un siguiente paso le saldría chepa. Y ya, a los más viciosos, se les provocaría una alopecia irreversible.

Visto el número de personas calvas –sobre todo en comparación con la de chepudos o gotosos-, parece claro que son son pocos los que han sabido parar a tiempo.