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1329. Martes, 20 enero, 2009

 
Capítulo Milésimo tricentésimo vigésimo noveno: "Los sermones largos antes mueven culos que corazones". (Proverbio escocés)

Ha cambiado el marketing: así como ahora cualquier producto de belleza que se precie tiene que venir de París y tener nombre francés, en el Imperio Romano la calidad era sinónimo de haberse fabricado en Grecia, que por algo la palabra cosmética es de origen griego y los cosmetas o perfumistas siempre anunciaban sus productos en griego.

También han cambiado las instrucciones de uso: mientras ahora hasta el más modesto contornodeojosdeliplus del Mercadona viene con su moderno aplicador, en tiempos de los romanos la costumbre imponía que una esclava llenara su boca de perfume para, seguidamente, espurrearlo sobre el rostro y el cuerpo de la dama a la que servía. Había menos paro entonces.

Y hasta ha cambiado el sentido estético: mientras ahora, por ejemplo, la depilación del entrecejo para la mayoría de las mujeres suele ser una cuestión de estado, en el Imperio Romano lo realmente hermoso era que las cejas se juntasen sobre la nariz; la obsesión por lograrlo era tal que no había señora telva o chica cosmo de la época que no se aplicara un compuesto de huevos de hormiga machacados con cadáveres de moscas para conseguir el efecto deseado.

Pero lo que apenas ha cambiado ha sido el resultado final. La forma en que Petronio describe en su Satiricón a ciertas damas de la época recién maquilladas: “...sobre su frente bañada por el sudor fluía un torrente de aceites, y en las arrugas de sus mejillas había tal cantidad de yeso que se hubiese dicho que era una vieja pared decrépita surcada por la lluvia", sirve perfectamente para describir a una gran mayoría de las señoras maquilladas hoy.

Que además, visto lo visto, seguro que disfrutan de otra cosa en común: ninguna tenía o tiene espejos en los que mirarse antes de salir de casa porque si se viesen las pintas que llevan no creo yo que fueran capaces de salir a la calle.