-   


  

1330. Miércoles, 21 enero, 2009

 
Capítulo Milésimo tricentésimo trigésimo: "Los funcionarios son como los libros de una biblioteca: los situados en los lugares más altos son los más inútiles." (Paul Masson, 1846-1896; periodista francés)

Hay quien sostiene que la culpa de la caída del Imperio Romano la tuvo el vino. Aunque no exactamente el vino, sino los recipientes donde los romanos acostumbraban a guardarlo, un ánfora de barro cuyas paredes interiores estaban recubiertas de plomo que, inexorablemente, acababan pasando a la bebida. El plomo, muy tóxico, se acumula en la sangre, el corazón, los riñones y los huesos y acaba produciendo saturnismo, enfermedad entre cuyas manifestaciones se encuentra la irritabilidad, la pérdida de memoria y la hiperactividad con tendencia a la agresividad.

Dado que emperadores como Nerón o Calígula eran grandes aficionados al vino, hay quien sostiene que su destructivo comportamiento estaba influido por un saturnismo crónico. Vamos, que el Imperio se habría ido a pique por la afición de los emperadores a abusar del zumo de uva fermentado. Aunque puestos a buscar un responsable, también deberíamos apuntar a toda la ciudadanía. Si tenemos en cuenta que el consumo de vino entre los habitantes de Roma era de entre uno y cuatro litros por persona y día –esclavos incluidos- el saturnismo debía de estar tan extendido entre ellos como la costumbre que tienen los funcionarios de ir a desayunar tres veces cada mañana.

Claro que no va uno a comparar la solidez de un imperio, por muy romano que sea, con la de un puesto de funcionario. Sería de tontos.