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1399. Lunes, 11 mayo, 2009

 
Capítulo Milésimo tricentésimo nonagésimo noveno: “Evita la conversación de aquellas personas cuya palabra, en vez de ser trabajo, es placer. Los grandes parlanchines suelen ser espíritus refinadamente egoístas, que buscan nuestro trato, no para estrechar lazos sentimentales, sino para hacerse admirar y aplaudir". (Santiago Ramón y Cajal, 1852 - 1934; médico español)

En una de sus habituales audiencias, Felipe II recibió a dos comisarios de una comunidad que iban a pedirle cierta merced. Uno de ellos era un charlatán y habló tanto que Felipe II cogió un soberano dolor de cabeza. Terminada la perorata, la educación obligó al rey a preguntar: “¿tienen algo más que añadir?”, a lo que el otro comisionado dijo: “Señor, nuestros superiores nos han encargado que, si no nos concede lo que pedimos, mi compañero le repita su discurso de la primera a la última letra”. Divertido por la amenaza, Felipe II accedió a la petición.

Todos los que de una u otra manera tenemos que trabajar tratando/aguantando gente, padecemos varias veces al día a alguien intentando poner en práctica - a traición- el truco que le gastaron al monarca. Pero ni somos reyes ni, sobre todo, cobramos lo que ellos.

¿Cuándo se va a enterar el personal que el “tiene algo más que decirme” no es más que una pregunta retórica?